Columna

Munición para la inquietud

El mundo debe el 225% de lo que produce, y más de la mitad de esta deuda es privada

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde.SHAWN THEW (EFE)

El abrumador endeudamiento mundial y las guerras comerciales. Estos son los dos peligros paralelos para la evolución de la economía mundial (que en estos momentos crece a un ritmo medio del 4%) que han sido denunciados en la asamblea de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI), celebrada la semana pasada en Washington. Ambos riesgos pueden conectarse –por ejemplo, a través de la inflación- y corregir el rumbo hacia tiempos que se creían superados.

La deuda global del mundo ascendió en 2016 (últimos datos) a 164 billones de dólares, lo que equivale al 225% del Producto Interior ...

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El abrumador endeudamiento mundial y las guerras comerciales. Estos son los dos peligros paralelos para la evolución de la economía mundial (que en estos momentos crece a un ritmo medio del 4%) que han sido denunciados en la asamblea de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI), celebrada la semana pasada en Washington. Ambos riesgos pueden conectarse –por ejemplo, a través de la inflación- y corregir el rumbo hacia tiempos que se creían superados.

La deuda global del mundo ascendió en 2016 (últimos datos) a 164 billones de dólares, lo que equivale al 225% del Producto Interior Bruto (PIB) global. Con una peculiaridad más: el 60% de esta deuda (el 135% del PIB) es deuda privada, y el 40% restante, pública. Adquirida mucha de ella en tiempos de tipos de interés bajos o muy bajos, la cuestión es qué ocurrirá si sube el precio del dinero, como parecen estar haciendo (o anunciando) los distintos bancos centrales.

El proteccionismo es el segundo gran peligro en ciernes. Ya no se trata solo de las declaraciones bravuconas y el desdén dialéctico de Donald Trump sobre los tratados de libre comercio (que no firma, como el Acuerdo Transpacífico, o que no acaba de renovar, como el que EEUU tiene con Canadá y México) sino de acciones concretas, como el establecimiento de aranceles al acero o al aluminio importando de China… y del contraataque de este país con medidas de rango similar.

De tal manera que ya no son medidas unilaterales de un presidente ansioso de parecer fuerte y agresivo a los ojos de la su base electoral (Stiglitz dixit) sino de una guerra comercial (y de divisas) primero limitada y poco a poco más generalizada, entre dos superpotencias. Se activa el principio de acción-reacción de tan malos resultados en la geopolítica y en la economía mundial, con la posibilidad de generar represalias bajo el argumento de defender los mercados nacionales ante agravios de países terceros (Trump ha apelado, nada menos, que a “la seguridad nacional”: nacionalismo económico).

Marginación de la OMC

Otro riesgo de estas escaramuzas comerciales (más allá de los efectos directamente económicos como encarecer el precio de los productos –inflación- ralentizar el crecimiento económico, o destruir más empleo agregado que el que se crea, como se manifestó, sobre todo, en la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado) es la marginación que se hace de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la institución multilateral creada hace casi un cuarto de siglo para intermediar en los problemas del comercio y tomar decisiones sobre los mismos.

Se llega entonces a lo que denuncia el economista Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, en su último libro: como los procesos globalizadores no pueden ser gobernados de hecho por las instituciones multilaterales (que en ningún momento se han fortalecido al ritmo de la propia globalización), ni por las nacionales (que están debilitadas en sus funciones), surgen estos desequilibrios excesivos que ponen en riesgo el marco de referencia mismo de la globalización, y su legitimidad.

Ya no se trataría sólo de “proteccionismo de baja intensidad”, como lo calificó Pascual Lamy cuando estaba al frente de la OMC. Son municiones, al menos para la inquietud.

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