Opinión

Lo que no se debe olvidar

Si las crisis no las finalizan los demócratas, las crisis acaban con los demócratas

Despliegan una bandera catalana en la manifestación convocada por Societat Civil Catalana. Toni Albir (EFE)

La estructura económica de la España de hace cuatro décadas no tiene mucho que ver con la de hoy. Entonces la española era una sociedad que apenas salía de la dictadura; hoy es una de las sociedades más abiertas del mundo. Tampoco el capitalismo es el mismo: ahora el marco de referencia es la globalización. Los Pactos de la Moncloa firmados entonces pertenecen al plan antiguo, no a la nueva economía, pero —más allá de los desequilibrios coyunturales que arreglaron— hay algunos aspect...

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La estructura económica de la España de hace cuatro décadas no tiene mucho que ver con la de hoy. Entonces la española era una sociedad que apenas salía de la dictadura; hoy es una de las sociedades más abiertas del mundo. Tampoco el capitalismo es el mismo: ahora el marco de referencia es la globalización. Los Pactos de la Moncloa firmados entonces pertenecen al plan antiguo, no a la nueva economía, pero —más allá de los desequilibrios coyunturales que arreglaron— hay algunos aspectos centrales que siguen vigentes y que conviene no olvidar si no se quieren repetir las malas experiencias.

1. Si las crisis no las finalizan los demócratas, las crisis acaban con los demócratas. A la muerte de Franco no podía repetirse lo que pasó en la Segunda República: cómo una crisis económica grave y no resuelta constituye un pasivo que complica, hasta hacerla imposible, la construcción de la democracia. La crisis económica de 1977 llegó a los españoles en un momento político singular: la posibilidad de vivir en libertad. Esta oportunidad democrática no vino sola, sino acompañada de una crisis económica abierta en 1973 y no resuelta sino agudizada. No hay convivencia estable entre democracia y crisis aguda.

2. Filosofía de sacrificios compartidos. Se exigió a cada grupo social la asunción de sus responsabilidades frente a la crisis, sin excepción. Por ello, todos los partidos, desde el comunista a la derecha, entraron en el pacto.

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3. En fases agudas de dificultades es imprescindible el consenso y no la política de ordeno y mando. Ninguna ideología contaba entonces con respuestas y fuerzas suficientes para imponérselas a las demás, al resto de la sociedad, y superar la crisis.

4. Era preciso ganar tiempo para un objetivo superior: firmar una Constitución que representase a todos y que durase. El camino entre una crisis económica sin resolver y una democracia es “un valle de lágrimas”, en expresión tomada de Ralf Dahrendorf para los países que salían del comunismo y querían llegar a la economía de mercado. Al principio puede suceder que las condiciones de vida empeoren, antes de mejorar.

5. No se han de separar las políticas de saneamiento (ajustes) de las políticas de reformas estructurales (no confundir con recortes) que requiere la economía para ser competitiva y dar bienestar y empleo. A veces se disocian por pereza política y por impopularidad electoral.

Todos estos principios se contextualizaron en tres exigentes condiciones que definió Fuentes Quintana, uno de los hacedores de los Pactos: primero, claridad en el reconocimiento de la situación; los políticos deben decir la verdad y no ocultar las crisis como males irremediables de los que no se habla; segundo, transparencia y equidad en el reparto de los costes de la crisis, para no deslegitimar la democracia ante los ciudadanos; y tercero, creer/ganar un sentido de finalidad común de todos los grupos sociales, por la vía de la negociación y el pacto, y respuestas constructivas a los principales problemas planteados.

Contra todo pronóstico estamos hablando de historia económica y no de Cataluña. Pero en última instancia se parecen mucho.

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