¿Qué debe cambiar en España para salir a las 6 de trabajar? Casi todo

Razones culturales e históricas han contribuido a prolongar una jornada laboral que ahora el Gobierno propone reducir con un pacto político y social

Julio Grisales en su cafetería Cafelito, en Madrid.Foto: atlas | Vídeo: Claudio Alvarez | ATLAS

En la multinacional donde María trabaja como auditora, uno sabe cuándo entra pero nunca cuándo sale. “El horario oficial es de 9.00 a 19.00, pero es muy raro que te puedas ir a tu hora”, asegura. Lo habitual, explica esta mujer de 30 años que prefiere no dar su nombre real, es que hasta las 20.00 nadie se levante de su sitio. Algo extraordinario en Alemania o Francia, pero normal en un país donde las jornadas laborales se extienden hasta lo inverosímil entre polémica y resignación. El problema está tan vivo que el pasado lunes la ministra d...

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En la multinacional donde María trabaja como auditora, uno sabe cuándo entra pero nunca cuándo sale. “El horario oficial es de 9.00 a 19.00, pero es muy raro que te puedas ir a tu hora”, asegura. Lo habitual, explica esta mujer de 30 años que prefiere no dar su nombre real, es que hasta las 20.00 nadie se levante de su sitio. Algo extraordinario en Alemania o Francia, pero normal en un país donde las jornadas laborales se extienden hasta lo inverosímil entre polémica y resignación. El problema está tan vivo que el pasado lunes la ministra de Empleo, Fátima Báñez, propuso un pacto para que la jornada laboral acabe a las 18.00.

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El anuncio pretende cundir en un país donde se pasa de las “buenas tardes” a las “buenas noches” sin anestesia. Según Eurostat, en España se cena dos horas más tarde que en Francia y se acaba la jornada laboral tres horas después que en Alemania. La falta de flexibilidad, la cultura del presentismo y un huso horario que geográficamente no corresponde han modificado las costumbres de los españoles y han elevado el problema a algo más que una mera cuestión legislativa.

Pedro Martínez, profesor en el máster de Recursos Humanos de ICADE Business School, explica que fue con el cambio al huso horario de Alemania y con la necesidad de tener varios empleos en la época de la autarquía cuando los horarios empezaron a trastocarse. “Antes se comía y cenaba en horarios, digamos, europeos”.

Desde entonces han pasado más de 60 años, un tiempo suficiente para sentar costumbres difíciles de erradicar. Por ello, José Luis Casero, empresario y presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE), aplaude la propuesta, pero solo la considera un primer paso. “Hay mucho por hacer para romper con esta cultura”, asegura.

Casero no es el único escéptico. Agustín Nieto, secretario general del Sindicato Profesional Financiero de UGT, recuerda que el sector al que se dedica tiene unos horarios establecidos por convenio. Pero eso no significa que se respeten. “Deberíamos salir a las 15.00, pero a las 19.00 o a las 20.00 todavía hay gente en las oficinas; el 78% de los trabajadores nos dice que suele prolongar su jornada laboral”, cuenta. En su opinión, un decreto ley que fije la jornada laboral hasta las seis solo sería “un brindis al sol”. Lo que haría falta, insiste, es reforzar los controles para evitar abusos.

Un país de servicios

Alemania es el país donde menos tiempo se trabaja: 1.371 horas al año, según la OCDE, frente a las 1.691 horas de España. Elena Marín, que desde 2011 vive en Berlín, explica que en su empresa el horario es flexible y que el único compromiso es cumplir con las 38 horas semanales y estar en la oficina de 9.00 a 15.00. “Si trabajas más de 10 horas en un día te llega un correo que te dice que estás al límite, y si pasa dos veces en una semana tu jefe te da un toque de atención”, explica.

“Cambiar la jornada laboral no significa reducir las horas de trabajo, sino las horas que se pasan en el trabajo”, puntualiza Nuria Chinchilla, experta en conciliación y profesora en IESE Business School. Propone que la primera medida sea volver al huso horario de Greenwich para que nuestro reloj biológico se coordine con el ritmo del sol. “Después, para que de verdad se pueda salir a las seis, hay que orquestar una serie de medidas y trabajar con sectores que son palancas para el cambio, como la industria, la educación o el comercio”, explica.

Pero no todos van a poder beneficiarse del cambio. Julio Grisales es dueño de Cafelito, una cafetería en el centro de Madrid. Durante el primer año y medio de actividad, cuando no podía permitirse contratar ningún empleado a tiempo completo, no le quedaba más remedio que trabajar desde las 7.30 hasta las 21.00. Ahora las cosas no han cambiado mucho. “Lo aguanto porque es mi negocio, pero si fuera dependiente no lo haría”, asegura. Lo que le duele, dice, es ya no tener tiempo para sus pasiones.

Antonio Montañés, profesor de Económia en la Universidad de Zaragoza, coordinó en 2011 un estudio del que emergía que la jornada continua puede aumentar la productividad en un 6,5%, y hasta un 9% en el sector servicios, que contribuye el 70% al PIB español. “El peso de estas actividades es similar al de otros países europeos donde los horarios son diferentes y la productividad también; por tanto no es solo una cuestión de estructura económica, sino de hábitos adquiridos”, explica. “Hay otras medidas que deberían adoptarse y que, junto a una racionalización horaria, ayudarían a ganar productividad”, asegura.

Silvia (nombre ficticio) trabaja hasta pasadas las 22.00 cuando le toca el último turno en la tienda donde es empleada en el aeropuerto de Barajas. “Pero me encantaría salir un poco antes”, admite. A las 20.00 le parecería un horario razonable. “Si todos saliéramos antes creo que se podría cambiar”, opina. “Es ante todo una cuestión de costumbre”.

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