Editorial

Locomotora gripada

Alemania se frena. El empeño en la consolidación a ultranza no podía deparar otro resultado

La economía alemana empieza a sufrir las consecuencias de terapias administradas a los demás socios de la eurozona por su propio Gobierno. En el último trimestre del año pasado su ritmo de crecimiento se contrajo un 0,5% en relación con el anterior; el PIB creció un 0,7% en el conjunto de 2012, tras hacerlo los dos años previos a ritmos no inferiores al 3%. La inversión empresarial también ha sufrido una significativa desaceleración. Todo ello a pesar del buen comportamiento del sector exterior: las exportaciones han crecido en el pasado año un 4,1%, frente a un aumento de las importaciones de...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La economía alemana empieza a sufrir las consecuencias de terapias administradas a los demás socios de la eurozona por su propio Gobierno. En el último trimestre del año pasado su ritmo de crecimiento se contrajo un 0,5% en relación con el anterior; el PIB creció un 0,7% en el conjunto de 2012, tras hacerlo los dos años previos a ritmos no inferiores al 3%. La inversión empresarial también ha sufrido una significativa desaceleración. Todo ello a pesar del buen comportamiento del sector exterior: las exportaciones han crecido en el pasado año un 4,1%, frente a un aumento de las importaciones del 2,3%. Con todo, las estimaciones oficiales de crecimiento en 2013 han sido revisadas al 0,4%, desde el 1% anterior.

No podía ser de otra forma. Aunque la economía alemana es de las más competitivas del mundo y ha conseguido defender su cuota de mercado en las exportaciones globales, ampliando incluso el grado de diversificación de sus mercados de destino, la recesión que sufren algunas de las más importantes economías de la eurozona ha hecho mella en su crecimiento. Las empresas alemanas ven debilitadas sus ventas y los estados de ánimo de las familias empiezan a no ser muy distintos de los dominantes en la eurozona. La inversión se ha reducido y el gasto en consumo está marcado por la atonía y, consecuentemente, las demás economías del área monetaria sufren dificultades adicionales para mantener sus exportaciones a la principal economía europea. Es el caso de España, sin ir más lejos.

El empeño en la consolidación a ultranza como única terapia frente a una crisis de demanda agregada no podía deparar otro resultado. La evidencia es contundente: la imposición de objetivos excesivamente ambiciosos de reducción del déficit público, en un contexto de contracción muy significativa del PIB y con el problema añadido de ausencia de crédito en varias economías, no hace sino pronunciar aún más la debilidad de la actividad, sin que se reduzcan los desequilibrios de las finanzas públicas.

Que la capacidad de recuperación de esa economía sea significativamente superior a la de las demás de la eurozona, dada su muy diferenciada competitividad y posible reacción al repunte de la demanda en China y EEUU no significa que deba pasar por alto las consecuencias de la errónea política aplicada en el conjunto del área monetaria. Flexibilizar los objetivos de reducción de los déficits públicos y coordinar estímulos a la demanda en aquellos países con margen de maniobra para hacerlo son condiciones urgentes. Desde luego, en la propia Alemania. Esta economía tiene una tasa de desempleo inferior al inicio de la crisis, aumentos en la productividad del trabajo y ausencia de inflación. Tolerar aumentos en las rentas del trabajo sería una forma de amortiguar la recesión de las demás. Además, sería necesario que en el seno de la propia UE se concretaran las iniciativas tendentes a llevar a cabo programas de inversión en infraestructuras, en capital humano y en capital tecnológico.

Del conjunto de las economías avanzadas solo el bloque de la eurozona sigue manteniendo políticas procíclicas, que no solo deterioran el potencial de crecimiento del área euro sino que acentúan el distanciamiento de los ciudadanos europeos de las instituciones comunitarias.

Archivado En