Columna

Alternancia

Nunca he entendido de electricidad, lo reconozco. Por eso, mi señora mujer cambiaba los plomos, cuando existían, en la seguridad de que si yo lo hacía el daño podía afectar a esa nuestra comunidad. Me da miedo la electricidad, lo reconozco y, por lo tanto, tengo la sensación de que haga lo que haga lo haré mal, romperé algo, me llamarán idiota e incluso podrían encarcelarme y, lo que es peor, tendrían razón si lo hicieran.

Así que cuando me hablan de alternancia, de alternadores, de enchufes o de electricidad estática me echo a temblar y, de hecho, me tiemblan los dedos. Incluso he lleg...

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Nunca he entendido de electricidad, lo reconozco. Por eso, mi señora mujer cambiaba los plomos, cuando existían, en la seguridad de que si yo lo hacía el daño podía afectar a esa nuestra comunidad. Me da miedo la electricidad, lo reconozco y, por lo tanto, tengo la sensación de que haga lo que haga lo haré mal, romperé algo, me llamarán idiota e incluso podrían encarcelarme y, lo que es peor, tendrían razón si lo hicieran.

Así que cuando me hablan de alternancia, de alternadores, de enchufes o de electricidad estática me echo a temblar y, de hecho, me tiemblan los dedos. Incluso he llegado a pensar que la capa de ozono, diga lo que diga el primo de aquel (ustedes ya saben), quizás la capa de ozono tenga algo que ver con tanto echar cables a tierra.

Yo creía que había llegado a entender lo que eran los alternativos y la alternancia en política. Los primeros están mal vistos, porque son greñosos, tienen, algunos, un punto violentito o violento y suenan a demodés. Nunca he sabido si lo que está demodé son los alternativos o el modelo, porque pase lo que pase siempre ganan los mismos: los neocons, que son algo así como los ratones coloraos (con perdón para los ratones). Con la alternancia echo algunas risas, que decimos los vascos. Me hace infinita gracia que cada vez que sale una encuesta del CIS, el PP agranda su ventaja respecto al PSOE, Zapatero, como el Ibex, baja de décima en décima y Rajoy tambien suspende. Es decir, España no quiere a ninguno de los dos pero tiene que conformarse con lo que hay: "Si la vida viene así..." que decimos los vascos.

La alternancia debe ser eso, aunque nunca he entendido cómo alguien que se enfada con un partido es capaz de votar al contrario, porque sí, aunque le caiga mal. Los expertos dicen que eso es la alternancia. Debe ser que la alternancia es ajena a las ideologías o, si lo prefieren, a la forma de ver la vida, el cine, el deporte, el sexo o el catecismo. Nunca he entendido, y sé que los expertos dicen que lo saben, por qué los no votantes del PSOE, por ejemplo, no se deslizan a Izquierda Unida. Muy mal lo deben estar haciendo los chicos de Cayo Lara -de Euskadi no hablo porque no hay Dios que sepa qué es en realidad Ezker Batua-. Sí entiendo por qué los votantes del PP, cuando dentro de cuatro años el paro, quizás, les cambie el voto, no se van a otro lado: porque no hay otro lado.

La alternancia siempre ha sido bendita como si el simple hecho de cambiar garantizase el éxito, como si un mitin fuera algo comparable a la profundidad de una novela de Albert Camus. Quizás todas estas dudas provengan de mis ausentes capacidades en el mundo de la electricidad y mi fobia a todo lo que tenga que ver con cables de conexión de alta o baja velocidad. O quizás porque vivo en un país donde un pentapartito sería una rareza, por escaso, y donde se funciona con seudónimo político.

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