Columna

El tigre se tornó cangrejo

Era el país más pobre de la UE. Y pasó a ser, en renta per cápita, el segundo más rico, tras Luxemburgo. ¿Cómo?

Gracias al Fondo de cohesión; a su ingreso en el euro (bajos tipos de interés, elusión de tormentas monetarias); a su idioma inglés; al dumping fiscal (un impuesto de sociedades del 12,5%, menos de la mitad del estándar) y a la inversión tecnológica norteamericana. Se le llamó, por eso, el Tigre Celta. Pero se emborrachó. Desreguló a tope su sistema financiero, se endeudó sin cuento, su banca apostó ciegamente por la burbuja inmobiliaria. Fue el primer país europeo en d...

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Era el país más pobre de la UE. Y pasó a ser, en renta per cápita, el segundo más rico, tras Luxemburgo. ¿Cómo?

Gracias al Fondo de cohesión; a su ingreso en el euro (bajos tipos de interés, elusión de tormentas monetarias); a su idioma inglés; al dumping fiscal (un impuesto de sociedades del 12,5%, menos de la mitad del estándar) y a la inversión tecnológica norteamericana. Se le llamó, por eso, el Tigre Celta. Pero se emborrachó. Desreguló a tope su sistema financiero, se endeudó sin cuento, su banca apostó ciegamente por la burbuja inmobiliaria. Fue el primer país europeo en darse de bruces con la crisis. El tigre se convirtió en cangrejo. Ingirió el aceite de ricino de la austeridad y, ojo al parche, el Estado garantizó en otoño de 2008 ¡todos! los depósitos y otros pasivos bancarios. Parecía haber sorteado el temporal.

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Hasta que el pasado 30 de septiembre saltó la liebre. Si el total de ayudas a la banca había alcanzado los 286.000 millones (el 170% del PIB), se supo que las inyecciones directas rozarían los 50.000 millones, que se necesitaban 12.000 millones más y que por tanto el déficit se dispararía al 32% del PIB. La locura. Por eso los mercados trataron a la deuda irlandesa como antes a la griega.

Así, si la primera crisis irlandesa fue urbanístico / bancaria, esta segunda es banquero / bancaria. Pero que el Gobierno conservador de Dublín del sempiterno Fianna Fáil no maree la perdiz. La banca no es un ente ajeno. Fue de sus amigos, a los que permitió todo exceso (la concentración de riesgos en una docena de constructores es de juzgado de guardia; y para más inri, se les descontaba el coste de los proyectos de los impuestos a pagar) y ahora es ya propia: la nacionalizó, casi del todo, al inicio del desastre. Gobierno-banca: una merienda, perdón, de negros. Un incesto.

La gran culpa de la crisis es pues doméstica, como lo fue con Grecia. Pero, también como entonces, factores externos la han agravado. Cuatro, al menos:

- 1. La propuesta alemana en la cumbre del 28 de octubre de que la banca privada peche con parte de la factura de la suspensión de pagos de un país, disparó el coste de la deuda irlandesa (a más riesgo, en este caso de sufrir una quita, más precio), como había previsto Trichet. Zapatero y otros calmaron algo las olas al aclarar en el G-20, el pasado día 12, que eso no era actual, sino a estudiar para el Fondo de rescate permanente, desde 2013.

- 2. La inundación de dólares (600.000 millones en compra de bonos) decidida por la Reserva Federal el 3 de noviembre para activar la economía de EE UU, dio más garantías (y expectativas alcistas) a la inversión en bonos norteamericanos, en detrimento de los europeos, y, más aún, de los europeos más débiles.

- 3. La respuesta del BCE fue no hacer nada. Lo que prefigura un menor crecimiento de la UE. Y a menor crecimiento, menor capacidad de pagar las deudas.

- 4. El economista jefe del BCE, el halcón Jurgen Stark, atizó el fuego, el 4 de noviembre, hablando de "políticas inapropiadas, como los estímulos fiscales en España e Irlanda". Como si su país, Alemania, no hubiese estimulado el automóvil ni salvado sus bancos. Ese pirómano.

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