Análisis:

'King Kong' de peluche

Copito se pone a la altura de King Kong y llega al cine. Ello no puede sino darnos una alegría a todos los que le echamos tanto de menos. Es cierto que algunos habríamos preferido un filme más adulto, más realista y no este El Mago de Oz en versión antropoide de peluche. La vida de Copito se presta mejor al melodrama tipo Douglas Sirk: los padres abatidos a tiros aquel 1 de octubre de 1966 en la selva de Ekonoguong, el huérfano vendido a los extranjeros, el exilio, el padrastro que nunca llegó a quererlo y renegaba de él (hasta dijo preferir, snif, a los mandriles),...

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Copito se pone a la altura de King Kong y llega al cine. Ello no puede sino darnos una alegría a todos los que le echamos tanto de menos. Es cierto que algunos habríamos preferido un filme más adulto, más realista y no este El Mago de Oz en versión antropoide de peluche. La vida de Copito se presta mejor al melodrama tipo Douglas Sirk: los padres abatidos a tiros aquel 1 de octubre de 1966 en la selva de Ekonoguong, el huérfano vendido a los extranjeros, el exilio, el padrastro que nunca llegó a quererlo y renegaba de él (hasta dijo preferir, snif, a los mandriles), las dificultades maritales (las gorilas son sólo receptivas sexualmente un día al mes ¡y sólo una parte del día!), la prisión, la penosa enfermedad y la muerte convertida en espectáculo, con la pelea por el vellocino blanco y los políticos tratando de sacar tajada del mito... ¡Qué gran película podría hacerse! Es verdad que sería difícil encontrar un actor a la altura de Jordi Portabella. En el guión del filme en 3D encuentro, pese a todo, incentivos suficientes: quién hubiera dicho -y, sobre todo, quién se lo hubiese reprochado- que aquel día que se escapó de su jaula dorada Copito fuera en busca de Elsa Pataky...

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