Reportaje:

Colgados por 150.000 euros

Dos trabajadores viven encaramados a una grúa desde hace un mes para protestar por el dinero que le adeuda un tercero a su empresa de la construcción

Sandy y Donei se aferran a la tienda de campaña, que les resguarda del frío y de la lluvia. A 40 metros de altura, encaramados a una grúa en el centro de Pozuelo de Alarcón (72.662 habitantes), combaten el gélido ambiente con mantas, ropa de lana y sobre todo mucha determinación. Están ahí en protesta por la deuda de 150.000 euros de la empresa Ploder Uicesa con la compañía Jigar, SA, en la que trabajan los dos desde hace varios años.

Sandy, de 34 años, se subió el 6 de febrero, cuando a David Cediel (quien inició la protesta el 1 de febrero), le flaqueaban las fuerzas ante el inminente...

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Sandy y Donei se aferran a la tienda de campaña, que les resguarda del frío y de la lluvia. A 40 metros de altura, encaramados a una grúa en el centro de Pozuelo de Alarcón (72.662 habitantes), combaten el gélido ambiente con mantas, ropa de lana y sobre todo mucha determinación. Están ahí en protesta por la deuda de 150.000 euros de la empresa Ploder Uicesa con la compañía Jigar, SA, en la que trabajan los dos desde hace varios años.

Sandy, de 34 años, se subió el 6 de febrero, cuando a David Cediel (quien inició la protesta el 1 de febrero), le flaqueaban las fuerzas ante el inminente nacimiento de su hijo Diego. Por eso apareció Sandy, quien no quiere decir su apellido para que sus hijas, una de cuatro y otra de siete, no se asusten. Es de la República Dominicana, pero vive en España desde hace 10 años. En 2004 entró a trabajar en su actual puesto con Arturo Sandín, suegro de David. Arturo le hace llegar la comida todos los días, y también va con el resto de trabajadores de Jigar a apoyarles en la protesta.

El pasado 28 de febrero subió a la grúa Donei, de 35 años, y natural de Colombia. "Vimos que Sandy estaba un poco bajo de moral, y por eso decidimos que subiera Donei, ya que mi yerno tiene que ocuparse de su hijo, recién nacido", explica Arturo a pie de la grúa.

"Hola, llevo ya un mes subido aquí". Es lo primero que dice Sandy, quien explica cómo ha logrado mantenerse ahí arriba: "La verdad es que es un fastidio. Aunque nosotros estamos obligados a decir que estamos bien, para que nadie se preocupe", cuenta. Y asegura que mantendrá su protesta todo el tiempo que haga falta.

El joven dominicano asegura que cuando peor lo pasa es de día, ya que de noche tiene ropa suficiente para no pasar frío. "Por el día la gente te saluda, y estás obligado a corresponderles. Y por eso estamos mucho tiempo de pie", dice. También es un problema la falta de espacio, ya que pese a que la tienda de campaña es de un metro y medio el hueco de la grúa es de 1,20 metros, por lo que duermen muy incómodos.

Pese al mal tiempo, lo único que estuvo a punto de hacerle bajar no fue el frío ni el viento, sino el llanto de su hija mayor, que no entendía cómo su padre no estaba en casa: "Me echaba de menos. Incluso rechazó los regalos que le daban los compañeros de la empresa. Ahora ya está mejor", explica Sandy.

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El otro trabajador de la grúa, Donei, con tres hijos de siete, nueve y trece años, logró subirse el pasado martes. También tiene claro el motivo de su protesta: "Yo lucho por mi puesto de trabajo y por los de mis compañeros. Trabajo aquí desde hace siete años y siempre me han tratado bien. Siempre que he pedido algo me lo han dado. Somos como una gran familia, y por eso nos hemos metido todos en esto".

"No todo es malo allá arriba", argumenta Sandy, quien confiesa que para tener la mente ocupada se entrega a la lectura. Tanto es así que en un mes ya se ha leído El código Da Vinci, Los pilares de la Tierra y La conspiración. "Es lo que hago para no pensar en otras cosas. Pero no lo consigo. Al final tengo que volver a recordar a mi familia, las deudas, mi cama y la ducha, ya que, aunque nos aseamos todos los días con toallitas humedecidas, no es lo mismo", relata.

Mientras estos hombres mantienen su determinación, el alcalde de Pozuelo, Gonzalo Aguado, sostiene que su principal preocupación es la seguridad de los trabajadores: "No deben estar nada bien. Se nota en sus voces. El otro día prohibí que enchufaran un calentador a un generador de abajo, en plena obra. Era una salvajada, ya que se pueden electrocutar. Ahora dirán que quiero que se mueran de frío", explica el edil.

En este sentido, el empresario Sandín no entiende cómo el alcalde "no ha hecho nada todavía". "Eso sí, me reconoció que ya había pagado todo a la empresa, por lo que no entiendo por qué no tienen dinero", se queja. Por su parte, Gonzalo Aguado defiende su gestión: "Quiero que quede claro que el Ayuntamiento no tiene ninguna deuda".

El alcalde está molesto con la actitud del empresario Arturo Sandín, a quien acusa de impedir que finalicen las obras de la plaza central del pueblo: "Están paralizando unos trabajos que son vitales para la finalización de las mismas. Además, no dejan trabajar y amenazan a los empresarios que tratan de hacer su trabajo. Tampoco Ploder puede utilizar la grúa, por lo que es imposible continuar", alega el alcalde. El empresario rechaza esta acusación: "Ploder ha pagado 60.000 euros por adelantado a una empresa, pero se olvidaban de que les debían 150.000. Quizá por eso no se han puesto manos a la obra".

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