Análisis:Hacia un pacto contra el calentamiento

No son focas

Quien piense que la lucha contra el cambio climático es un asunto ecologista, simpático y entretenido no puede estar más equivocado. Cumplir la propuesta de la UE de reducir las emisiones a dos toneladas de CO2 por habitante en 2050 —el nivel que hoy tienen los países del tercer mundo— supondría una revolución aún difícil de imaginar. Coches eléctricos, renovables y más renovables, energía cara, ahorro, eficiencia, biocarburantes, nucleares, plantas de cabón que entierran el CO2 que emiten... Y eso es caro. Difícilmente se podrá volar de Londres a Málaga por 30 euros si las aerolín...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Quien piense que la lucha contra el cambio climático es un asunto ecologista, simpático y entretenido no puede estar más equivocado. Cumplir la propuesta de la UE de reducir las emisiones a dos toneladas de CO2 por habitante en 2050 —el nivel que hoy tienen los países del tercer mundo— supondría una revolución aún difícil de imaginar. Coches eléctricos, renovables y más renovables, energía cara, ahorro, eficiencia, biocarburantes, nucleares, plantas de cabón que entierran el CO2 que emiten... Y eso es caro. Difícilmente se podrá volar de Londres a Málaga por 30 euros si las aerolíneas tienen que pagar por cada tonelada emitida. Imaginar las consecuencias es hoy imposible, pero como declaró hace una semana el primer ministro danés, Lars Rasmussen, anfitrión de la cumbre de Copenhague: "Esto va de crear un marco futuro para el comercio y el desarrollo mundial".

Más información

Por eso el pacto es tan complicado. No se trata de proteger las focas —con perdón—. Eso sería sencillo. Por eso EE UU se resiste a embarcarse en la aventura. El secretario de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, explicó el pasado junio ante el Congreso en Madrid una de las claves de la reticencia: "Es casi imposible, desde el punto de vista emocional, que EE UU apoye económicamente a China, porque ve a China como un competidor, un rival importantísimo de su nación. De hecho, algunos políticos norteamericanos han sugerido que quizá debieran incorporarse impuestos fronterizos para impedir la importación de productos desde China si no se cumplen".

La idea de aranceles si no hay acuerdo la han lanzado políticos de EE UU y la han sugerido muchos más. Hace más o menos un año y medio, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se reunió en París con un grupo de expertos mundiales para abordar el problema. Según recuerda uno de ellos, Sarkozy anunció que bajaría los impuestos a los coches ecológicos y todos asintieron. Y luego reflexionó: "He pensado que esta naranja emite mucho menos CO2 si se ha producido en Francia que si la importamos de Brasil". La amenaza del proteccionismo aparece con frecuencia.

Y sin embargo, lenta pero inexorablemente, la negociación avanza. Los discursos de Obama y Hu Jintao de ayer habrían sido imposibles hace 10 años. Ya nadie duda de la magnitud del problema. Y nadie quiere quedar para la memoria como el que rompió la baraja y, tal vez, el planeta. Hoy se estrena la película The Age of Stupid, en la que en 2055, en un mundo devastado por el calentamiento, el protagonista lamenta: "Podríamos haberlo evitado. Pero no lo hicimos".

Archivado En