Indiana en la playa

EL CABALLITO INFIEL

No sé cómo valorar la desconcertante noticia de que la legendaria fidelidad de los caballitos de mar, que se tenía por una gran lección moral de la naturaleza, ha sido puesta en duda. Los hipocampos son, es sabido, seres extravagantes: el macho es quien alumbra a las crías entre convulsiones pélvicas dignas de Tony Manero. Mi interés por ellos viene de lejos y llegó a su clímax en 1998 al conocer a la atractiva bióloga británica Heather Hall, mano derecha de la especialista de referencia, Amanda Vincent, y una de las responsables del Proyecto Seahorse, de conservación de estos tan simpáticos c...

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No sé cómo valorar la desconcertante noticia de que la legendaria fidelidad de los caballitos de mar, que se tenía por una gran lección moral de la naturaleza, ha sido puesta en duda. Los hipocampos son, es sabido, seres extravagantes: el macho es quien alumbra a las crías entre convulsiones pélvicas dignas de Tony Manero. Mi interés por ellos viene de lejos y llegó a su clímax en 1998 al conocer a la atractiva bióloga británica Heather Hall, mano derecha de la especialista de referencia, Amanda Vincent, y una de las responsables del Proyecto Seahorse, de conservación de estos tan simpáticos como frágiles peces. Con Hall que es la encargada en el zoo de Londres de Vertebrados Inferiores —lo que explica el interés que manifestó por mi persona— congeniamos bastante y he de advertir a los lectores que, honradamente, no sé decir en qué punto exacto se sitúa la raya que separa mi atracción por los hipocampos de mi fascinación por la naturalista. No hay nada como que una mujer te explique los secretos de la vida y más aún si gesticula. No nos hemos visto desde entonces (yo y Heather, caballitos he visto luego varias veces, incluso copulando, creo). Pero yo le guardo una fidelidad en mi memoria a la joven y me he negado siempre, por ejemplo, a leer nada de Amanda Vincent.

En fin, pues resulta que hace unos días me llegó un comunicado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el que me comunicaban la liberación de caballitos de mar en Illa de Arousa (Pontevedra). La noticia parecerá fútil si se compara con la crisis o la financiación, pero se trata de la primera vez que se reintroducen hipocampos criados en cautividad. Los diez ejemplares liberados —con menos espectacularidad que a Willy, es cierto— eran de la especie Hippocampus guttulatus, o caballito narizón, la más abundante en aguas españolas. Es en el contexto del mismo proyecto (Proyecto Hippocampus) que se ha acabado con el mito de la fidelidad del caballito. "En principio son monógamos" (vamos, en principio como todo el mundo), ha dicho Miquel Planas, investigador del CSIC en el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo y coordinador del proyecto. Y ha añadido: "Pero hemos visto que, al menos en esta especie, hay una flexibilidad muy grande en las relaciones" —el subrayado es mío—. "Dependiendo de si uno es soltero o no, de quién tengan a su alrededor y de si es capaz de interactuar (sic) con otros ejemplares, puede haber cambios de pareja". No tengo nada que añadir.

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