Editorial:

Ucrania, sin gas

El corte de suministro por Gazprom afecta a la UE; Bruselas no puede limitarse a esperar

El monopolio gasístico ruso Gazprom ha decidido suspender el suministro a Ucrania. No es la primera vez que sucede, pero sí en que se están encendiendo las alarmas internacionales. Y el motivo no es sólo la experiencia de la crisis anterior, en 2006, durante la que Ucrania desvió parte del suministro ruso a miembros de la Unión Europea que transita por su territorio. Además, pesa la estrategia rusa de buscar un nuevo papel internacional valiéndose, entre otros instrumentos, del uso estratégico de las reservas energéticas. El contencioso que enfrenta a Moscú y Kiev es resultado, en buena parte,...

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El monopolio gasístico ruso Gazprom ha decidido suspender el suministro a Ucrania. No es la primera vez que sucede, pero sí en que se están encendiendo las alarmas internacionales. Y el motivo no es sólo la experiencia de la crisis anterior, en 2006, durante la que Ucrania desvió parte del suministro ruso a miembros de la Unión Europea que transita por su territorio. Además, pesa la estrategia rusa de buscar un nuevo papel internacional valiéndose, entre otros instrumentos, del uso estratégico de las reservas energéticas. El contencioso que enfrenta a Moscú y Kiev es resultado, en buena parte, de las contradicciones de esa estrategia: Rusia ha vendido gas a Ucrania a un precio político que dobla el que factura a la Unión Europea y que, en la actual situación económica, resulta difícil de sostener. La deuda acumulada por Ucrania y la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el nuevo precio son el origen inmediato del corte de suministro.

La Unión Europea ha decidido considerar el contencioso como un problema comercial entre dos países de su entorno próximo. Quizá sea una respuesta suficiente por el momento, dando ocasión a que se negocie un nuevo acuerdo entre las partes, que Ucrania cree posible y Rusia, por su parte, difícil y lejano. Pero el compás de espera no puede confundirse con la simple actitud de dejar que transcurra el tiempo. El suministro dirigido a países como Polonia y Hungría, además del que debía llegar a Rumania y Bulgaria, se ha visto afectado. Gazprom culpa al Gobierno de Kiev, que desmiente cualquier desvío. A nadie puede escapar el alcance político de este juego de acusaciones y desmentidos, en el que ambas partes buscan implicar a la UE en el contencioso.

Si las acusaciones rusas de desviar el suministro fuesen ciertas, el Gobierno de Kiev estaría abriendo un contencioso diferente al que mantiene con su vecino y Bruselas tendría que recordárselo. El hecho de que un gasoducto transite por territorio ucranio no le da derecho a su Gobierno a disponer de recursos que tienen otros destinatarios. La situación política en Kiev está adoptando los rasgos de un esperpento, con los principales líderes de la "Revolución naranja" poniéndose zancadillas desde la jefatura del Estado y la presidencia del Ejecutivo. En estas circunstancias, el margen de maniobra de la Unión Europea se puede ver recortado en poco tiempo si no se dejan las cosas claras con Ucrania.

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Pero también si no se reacciona con rapidez frente a la dependencia del gas ruso. Diversificar las fuentes es una tarea improrrogable. También la creación de un mercado único de la energía en Europa. Moscú está utilizando a su favor los convenios bilaterales con algunos de los principales países miembros de la Unión. Y son estos convenios los que están dificultando las decisiones comunitarias, puesto que permiten garantizar el suministro de gas para hoy sin preocuparse en exceso de lo que pueda suceder mañana.

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