Análisis:EL ACENTO

La autoridad de los mayores

Hasta siete veces tuvo que salirse por la tangente María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, cuando le preguntaron el lunes sobre algunas afirmaciones del ex presidente José María Aznar. Con la soltura del hombre curtido y de audacia temeraria, éste les había dicho a los jóvenes del PP: "Cuando hemos salido a ganar el partido lo hemos ganado, y cuando hemos salido a heredarlo, nos hemos quedado sin nada".

Algo distinto es lo que les sucede a los que llegaron en el PSOE detrás de otro ex presidente, Felipe González. Estaban todos silbando y mirando las musarañas, para que fue...

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Hasta siete veces tuvo que salirse por la tangente María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, cuando le preguntaron el lunes sobre algunas afirmaciones del ex presidente José María Aznar. Con la soltura del hombre curtido y de audacia temeraria, éste les había dicho a los jóvenes del PP: "Cuando hemos salido a ganar el partido lo hemos ganado, y cuando hemos salido a heredarlo, nos hemos quedado sin nada".

Algo distinto es lo que les sucede a los que llegaron en el PSOE detrás de otro ex presidente, Felipe González. Estaban todos silbando y mirando las musarañas, para que fuera pasando de largo el asunto de la entrada de la empresa rusa Lukoil en Repsol, cuando tronó el viejo líder: "No estoy de acuerdo con esa operación, ni siquiera quiero dar las razones, pero no estoy de acuerdo", dijo en Cartagena de Indias, Colombia, en cuanto se supo de la operación. A diferencia del estilo bronco de Aznar, lo hizo con la autoridad y la paciencia fatigadas del padre que recibe unas malas notas del hijo díscolo. Eso sí: no quiso dar sus razones, explicó, porque ni es "accionista" ni es "Gobierno".

España corre riesgos serios de balcanización". "A mí no me gusta que me digan 'no puede ir usted a tanta velocidad". "La situación en Irak es muy buena". O comentar que la ecología es el nuevo comunismo: todo esto ha dicho Aznar (y más cosas). Por suerte, se considera "un disciplinado militante que no aspira a nada".

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Un disciplinado militante que con aires de rebelde se atreve a ser incorrecto y descoloca a su partido. González, en cambio, es más amigo de un discurso confuciano. Así, reflexiona sobre Europa y proclama que se arriesga a "morir de éxito", o advierte que la independencia de Kosovo es una "semilla terrible", o confiesa que no comparte "ningún ataque de optimismo" respecto al final del terrorismo en España.

Uno es más amigo de incordiar, el otro de aconsejar. Pero ambos siguen ahí, infatigables, cada uno con sus reflejos. Los dardos envenenados de uno, las consejas de senador del otro, mientras a los suyos les toca mirar hacia otra parte, silbar y hacerse los locos.

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