Londres investiga el suicidio asistido de un ex deportista en Suiza

Tenía 22 años y un prometedor futuro como jugador de rugby cuando una lesión durante un entrenamiento en marzo del año pasado le dejó paralítico del cuello para abajo. Y, desde entonces, sólo tenía una idea en la cabeza: ésa no era la vida que él quería, y su objetivo era ponerle fin. Daniel James, por fin, lo consiguió el pasado 12 de septiembre. El viernes pasado se supo que la policía británica había interrogado a dos personas, un hombre y una mujer, por su posible implicación en el caso.

Como otros británicos, James fue a Suiza, donde la eutanasia activa es ilegal, pero la asistenci...

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Tenía 22 años y un prometedor futuro como jugador de rugby cuando una lesión durante un entrenamiento en marzo del año pasado le dejó paralítico del cuello para abajo. Y, desde entonces, sólo tenía una idea en la cabeza: ésa no era la vida que él quería, y su objetivo era ponerle fin. Daniel James, por fin, lo consiguió el pasado 12 de septiembre. El viernes pasado se supo que la policía británica había interrogado a dos personas, un hombre y una mujer, por su posible implicación en el caso.

Como otros británicos, James fue a Suiza, donde la eutanasia activa es ilegal, pero la asistencia al suicidio no está perseguida por la ley gracias a la benevolente interpretación de un artículo del Código Penal que establece que "no hay delito siempre que no haya motivaciones egoístas" en dicha asistencia.

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Daniel James ha sido uno de los ingleses más jóvenes en tomar esta determinación. Sus padres no se mostraron sorprendidos de la decisión. Su hijo, según han contado, ya había intentado quitarse la vida antes. Pero si saben algo más no pueden decirlo. En el Reino Unido -y en España-, ayudar a alguien que quiere suicidarse es ilegal. La condena de los cómplices podría llegar a los 14 años de cárcel (en España la pena es inferior a 5 años).

Lesión medular

La decisión de James ha reabierto en el Reino Unido el debate sobre la muerte digna. Se cree que, como otros compatriotas antes que él, pidió ayuda a la asociación suiza Dignitas, especializada en dar asesoramiento y ayuda (facilitan los fármacos y un lugar tranquilo) a personas que quieren suicidarse. Pero en este caso, el muchacho no padecía una enfermedad terminal. Se trataba de una lesión medular, provocada durante una melée, con la que hubiera podido vivir años.

Él no lo veía así. Creía -en un caso que recuerda al del tetrapléjico español Ramón Sampedro- que su cuerpo se había convertido en una "prisión", que sentía "miedo y odio" a su vida cotidiana.

En Suiza, el caso no ha despertado revuelo. Dignitas ha alegado secreto profesional para no confirmar si James había acudido o no al centro. Pero en el Reino Unido ha sido todo lo contrario. Otra británica, Debbie Purdy, que padece esclerosis lateral, ha pedido a un tribunal que, si decide ir a Suiza a suicidarse, no persiga a su marido.

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