Análisis:Primer plano

Es hora de una nueva regulación

Los recientes acontecimientos en el sistema financiero ya han generado cambios en las responsabilidades supervisoras en Estados Unidos, y posiblemente tendrán consecuencias mundiales en el sistema regulatorio supervisor. Debido al colapso de Bear Stearns, las firmas de inversión tienen ahora acceso a financiación de la Reserva Federal a través de su ventanilla de descuento. Además, la Fed colabora con la SEC, desde hace al menos seis meses, en la supervisión de las principales firmas de inversión, incluyendo Lehman Brothers, en suspensión de pagos desde el domingo, y Merril Lynch, adquirida po...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Los recientes acontecimientos en el sistema financiero ya han generado cambios en las responsabilidades supervisoras en Estados Unidos, y posiblemente tendrán consecuencias mundiales en el sistema regulatorio supervisor. Debido al colapso de Bear Stearns, las firmas de inversión tienen ahora acceso a financiación de la Reserva Federal a través de su ventanilla de descuento. Además, la Fed colabora con la SEC, desde hace al menos seis meses, en la supervisión de las principales firmas de inversión, incluyendo Lehman Brothers, en suspensión de pagos desde el domingo, y Merril Lynch, adquirida por Bank of America el lunes. La Fed acudió el martes al rescate de la aseguradora AIG, prestándole 85.000 millones de dólares a cambio de casi el 80% de su capital y del control efectivo de la compañía. Si tenemos en cuenta que AIG no se encuentra regulada por la Fed, sino por reguladores de seguros de ámbito estatal, podemos esperar nuevos cambios regulatorios en los próximos meses al otro lado del Atlántico.

Resulta necesario mejorar la supervisión de unas entidades cada vez más complejas y diversificadas

Las autoridades financieras de todo el mundo ya tenían claro hace varios años que la regulación vigente durante el último ciclo no generaba los incentivos adecuados para que las entidades se comportasen de forma prudente. Las normas de capital existentes, conocidas como Basilea I, y cuyo último objetivo es limitar el apalancamiento de las entidades, eran poco sensibles al riesgo e incitaban a los bancos a desprenderse de activos de alta calificación crediticia y a retener los más inseguros en sus balances. A este proceso se le denomina arbitraje regulatorio de capital.

Las entidades encontraron en los Asset Backed Securities (ABS) la solución para deshacerse de estos activos. En los ABS, una entidad utiliza varias técnicas, como el pooling (agrupación de distintos préstamos en un único activo) o el tranching (división del activo de acuerdo con distintos niveles de riesgo). Para que este proceso funcione, la entidad emisora normalmente asume las primeras pérdidas en caso de que los prestatarios no puedan hacer frente a sus deudas. De esta manera, el emisor señala a los inversores que los préstamos que están incluidos en el ABS poseen una alta calidad. Sin embargo, los emisores se han podido proteger de estas pérdidas utilizando productos opacos, negociados en mercados no organizados de transferencia de riesgos, como los Credit Default Swaps o CDS. Precisamente, el rescate de AIG ha sido desatado por los problemas que la protección contra posibles pérdidas que concedió a un gran número de entidades mediante estos productos ha generado.

Este proceso de innovación financiera conlleva asociados unos niveles de complejidad extraordinarios y limita en gran medida la labor de las autoridades encargadas de velar por la estabilidad del sistema financiero. Como consecuencia, los reguladores nos enfrentamos a nuevos retos ante la situación actual. Resulta necesario mejorar la supervisión de unas entidades cada vez más complejas y diversificadas, definir claramente las competencias de los distintos organismos reguladores y supervisores, mejorar su coordinación, e incentivar a las entidades a implementar sistemas de control de riesgos adecuados que eviten apalancamientos excesivos.

Ante todos estos retos, cabe la posibilidad de pensar que una mayor presión regulatoria puede ser la solución. Sin embargo, una regulación excesiva, basada principalmente en reglas cerradas, e implementada sin la necesaria reflexión, puede provocar importantes presiones en la concesión de crédito durante el nuevo ciclo bajista, y generar incentivos para utilizar el arbitraje regulatorio cuando se produzca un cambio de ciclo. Es por ello que los reguladores debemos desarrollar unas normas internacionales basadas fundamentalmente en principios, donde se haga un mayor hincapié en los objetivos que las instituciones deben seguir y no en cómo las instituciones deben implementarlos. Una regulación que permita aumentar la eficacia del proceso supervisor, adaptándolo a los distintos modelos de negocio, características de cada entidad y al momento del ciclo donde nos encontremos.

Los últimos informes publicados por los principales comités internacionales de reguladores financieros apuntan en esta dirección. Sin embargo, aún quedan muchas cuestiones por responder. ¿Qué nivel de riesgo sistémico presentan las distintas entidades? ¿Cómo regular el riesgo de liquidez, dada su dependencia del apetito de los inversores? ¿Cómo evitar actividades excesivamente procíclicas? ¿Cómo mejorar la transparencia en los mercados sin aumentar su volatilidad? Es una obligación de todos los reguladores intentar encontrar respuestas adecuadas e implementar una regulación efectiva ante los constantes cambios financieros y retos a los que nos enfrentamos.

Enrique Benito es economista y asesor de política prudencial en la Financial Services Authority del Reino Unido.

Archivado En