Análisis:EL ACENTO

Más morfina para Italia

Ha dicho la todopoderosa distribuidora de cine estadounidense DDA que Silvio Berlusconi ha vetado la proyección del biopic de Oliver Stone sobre su amigo George W. Bush en el Festival de Roma. Sorprende que Il Cavaliere encuentre tiempo para ponerse al frente de la censura con lo ocupado que anda tratando de fabricarse la inmunidad y hacer como que arregla el país, desde la basura de Nápoles al impresionante pasteleo de Alitalia, pasando por la invasión de gitanos -que se ha demostrado más falsa que una peluca-.

Pero, tristemente, la noticia suena verosímil. Para controlar...

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Ha dicho la todopoderosa distribuidora de cine estadounidense DDA que Silvio Berlusconi ha vetado la proyección del biopic de Oliver Stone sobre su amigo George W. Bush en el Festival de Roma. Sorprende que Il Cavaliere encuentre tiempo para ponerse al frente de la censura con lo ocupado que anda tratando de fabricarse la inmunidad y hacer como que arregla el país, desde la basura de Nápoles al impresionante pasteleo de Alitalia, pasando por la invasión de gitanos -que se ha demostrado más falsa que una peluca-.

Pero, tristemente, la noticia suena verosímil. Para controlar Italia, Berlusconi no necesita ni siquiera levantarse de la cama. El cine es sólo uno más entre los sectores culturales que han sido nacionalizados, devorados por los tentáculos del imbatible imperio Mediaset. Si Medusa, la productora y distribuidora de Berlusconi, hace y deshace a su antojo en el Festival de Venecia, ¿qué no hará en el pequeño Festival de Roma que inventó el derrotado Walter Veltroni y que ahora se celebra bajo la égida del alcalde posfascista Gianni Alemanno?

La censura de la película de Stone, que cuenta la imparable carrera de Bush desde el alcohol a la guerra santa, siendo reprobable en sí misma, es sólo un síntoma más de la sonriente degradación moral de Italia, un país cuyo primer ministro controla el 90% de las televisiones, además de una gran parte de la tarta editorial y cinematográfica, y por cuya caja pasan todos los meses, de una manera u otra, casi dos tercios de los miembros del Parlamento.

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Renato Soru, el empresario sardo que ha comprado el 90% de las acciones de L'Unità, ha explicado que lo hizo para evitar que en Italia sigan ocurriendo barbaridades sin que nadie se indigne. Berlusconi ha anestesiado al país, dice Soru. Las proclamas neofascistas del alcalde Alemanno y su colega de partido Ignazio la Russa, el ministro de Defensa que ha sacado 3.000 militares a la calle para que ejerzan de policías, son los últimos ejemplos de que, cada día más, en Italia se puede decir cualquier cosa sin que nadie se escandalice. Pero se puede apostar a que las oiremos aún más gordas.

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