LA CALLE | Restaurantes

La terraza del Claris

Desde que vi El coloso en llamas, la catastrófica película setentera que achicharró las retinas de millones de inocentes infantes, me pirran los ascensores exteriores. Con un evidente síndrome peterpanesco, cuando descubro uno me subo a él como lo haría un potencial taxista en los autochoques. Eso me sucedió en el Claris, minúsculo hotel comparado con la towering inferno hollywoodense, pero que tiene un estilo mucho menos aterciopelado. Emocionado, apreté el botón del ascensor, ascendí como nunca lo haré profesionalmente, y al llegar al cielo, oh, sorpresa, pude atemperar mi agit...

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Desde que vi El coloso en llamas, la catastrófica película setentera que achicharró las retinas de millones de inocentes infantes, me pirran los ascensores exteriores. Con un evidente síndrome peterpanesco, cuando descubro uno me subo a él como lo haría un potencial taxista en los autochoques. Eso me sucedió en el Claris, minúsculo hotel comparado con la towering inferno hollywoodense, pero que tiene un estilo mucho menos aterciopelado. Emocionado, apreté el botón del ascensor, ascendí como nunca lo haré profesionalmente, y al llegar al cielo, oh, sorpresa, pude atemperar mi agitación sentado al lado de una piscina con un cóctel margarita en la mano.

A la segunda margarita, los bañistas del hotel ya se habían ido y la vista de las terrazas colindantes menguaba, en sentido poético chispo, lentamente junto al ocaso. Ante una situación tan placentera, tenía dos opciones: irme o quedarme. Total, que la tercera margarita me la tomé tres mesas más allá, en La Terraza del Claris, el restaurante del hotel, dispuesto a pedir algo que compensara las calorías vacías.

Leída la carta, la propuesta culinaria del local, al igual que la bossa que acariciaba los tímpanos de los comensales, evidenciaba que iba dirigida a un público al que le gusta comer sin estridencias. Wok de verduras, huevo poché con caviar, wagyu, raviolis de foie y espárragos, tartar de salmón y cangrejo de río eran algunos de los platos de la carta.

Había leído anteriormente que las guías, esas biblias ansiosas por catalogar, habían definido la cocina de La Terraza del Claris como "mediterránea moderna y de fusión", definición que de tan manida, parece una tirita, y convierte la cocina mediterránea en un saco roto en el que cabe todo, aunque el pescado que nos llega haya hecho escala en Kagoshima. Cabe decir que el resultado final fue satisfactorio. Bajo ese cielo, quizá sólo eché de menos una lluvia de estrellas. Pero esto no es Hollywood y cuando vi la cuenta, volví a pensar en El Coloso en llamas. "Vázquez", me dije, "mejor que bajes por el ascensor".

- Lo más: el lugar.

- Lo menos: el precio.

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- La Terraza del Claris. Hotel Claris. Pau Claris, 150. Teléfono: 93 487 62 62.

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