Análisis:EL ACENTO

Enemigos de Cataluña

Con estos amigos no hacen falta enemigos. El servicio que rinden esos diputados de Convergència Democràtica de Catalunya a la lengua catalana será bienvenido por quienes desean que cualquier lengua pequeña desaparezca en un mundo cada vez más uniforme y darwinista. La mayor nación de inmigración del mundo, que también es la democracia más antigua y plena, viene dando lecciones secularmente de cómo hay que acoger a la gente: con los brazos abiertos, con sus acentos y sus asperezas de lenguaje. Una lengua de ámbito reducido debe, por puro instinto de supervivencia, convertirse en una constante i...

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Con estos amigos no hacen falta enemigos. El servicio que rinden esos diputados de Convergència Democràtica de Catalunya a la lengua catalana será bienvenido por quienes desean que cualquier lengua pequeña desaparezca en un mundo cada vez más uniforme y darwinista. La mayor nación de inmigración del mundo, que también es la democracia más antigua y plena, viene dando lecciones secularmente de cómo hay que acoger a la gente: con los brazos abiertos, con sus acentos y sus asperezas de lenguaje. Una lengua de ámbito reducido debe, por puro instinto de supervivencia, convertirse en una constante invitación amistosa a su adopción. El mensaje que deben recibir los recién llegados es que es fácil aprenderla, que el esfuerzo merece la pena y que sus conciudadanos se lo agradecerán. Y ésa es, en la práctica, la actitud de la gran mayoría de catalanes ante quienes se atreven a hablar su lengua...

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Menos algunos pocos diputados del partido de Pujol, su hijo incluido, que piensan y hacen lo que el propio Pujol no ha hecho ni ha pensado nunca. Reprocharle defectos gramaticales o fonéticos al presidente de la Generalitat, José Montilla, nacido en Andalucía, que habla y defiende la lengua catalana y lo hace de la mejor forma posible es, además de una mezquindad, la peor propaganda que se puede hacer de la lengua catalana y el peor estímulo para que muchos ciudadanos recién llegados se atrevan a hablarla. Es un mensaje de exclusión y de rechazo, que daña a la imagen de Cataluña tanto como daña a la lengua catalana.

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Los 23 años de Gobiernos nacionalistas han proporcionado un amplio muestrario lingüístico: no han faltado los consellers con un nivel de catalán claramente inferior al de José Montilla. ¿A qué vienen ahora esos pruritos de pureza lingüística? Esta ristra de manifestaciones abruptas y agresivas, en el límite del gesto violento, empañan además la trayectoria del Parlamento catalán desde la restauración de la autonomía. ¿Éste es también el servicio que los patriotas quieren hacer a su nación? ¿Qué pretenden conseguir con ese maltrato de la imagen de su lengua y de sus instituciones? A veces el peor enemigo de la causa que se cree defender es uno mismo.

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