La Consellería de Cultura abre al público la isla de San Simón con visitas guiadas

El pasado del archipiélago y su valor ambiental centrarán las excursiones

Hay lugares de una belleza tan sobrecogedora que provocan deseos ambivalentes casi de manera simultánea. Como dejarse enredar bajo el palio que forman los bojes centenarios de la isla de San Simón; como estremecerse con las pisadas de granito que, junto al cementerio de San Antón, clavan al suelo las pesadas huellas de las 5.000 personas a las que el franquismo condenó a vivir el horror en un paraíso convertido en uno de los mayores centros de detención de la dictadura.

El rumor de las olas y el trinar de los pájaros llenan el mismo aire que las descargas de los fusiles, las enfermedade...

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Hay lugares de una belleza tan sobrecogedora que provocan deseos ambivalentes casi de manera simultánea. Como dejarse enredar bajo el palio que forman los bojes centenarios de la isla de San Simón; como estremecerse con las pisadas de granito que, junto al cementerio de San Antón, clavan al suelo las pesadas huellas de las 5.000 personas a las que el franquismo condenó a vivir el horror en un paraíso convertido en uno de los mayores centros de detención de la dictadura.

El rumor de las olas y el trinar de los pájaros llenan el mismo aire que las descargas de los fusiles, las enfermedades y el hambre hacían irrespirable, al pie de la tapia del camposanto. Y, a pesar de que hoy sólo huele a mar y a bosque, una sensación incómoda crea una atmósfera rara, de sueño mal soñado. El archipiélago varado en el fondo de la ría de Vigo es un lugar cargado de recuerdos, pero la mayoría son tristes. La historia reciente de San Simón llevaba años detenida en el intento de pasar las páginas de su crónica negra, mientras las administraciones o no se ponían de acuerdo para gestionar las islas o mantenían en un cajón un plan de usos para recuperar el conjunto urbanístico y natural.

Por fin, en 2003 cristalizó la recuperación arquitectónica encargada a César Portela y el conselleiro popular Xesús Pérez Varela llegó a anunciar la creación de una escuela de vela y un centro de estudios marinos que serían compatibles con otros usos de carácter cultural. El cambio de gobierno y el relevo tomado por Ánxela Bugallo alteró el rumbo de los acontecimientos. La conselleira nacionalista entendió que San Simón sólo podría encarar el futuro sacando a la luz su pasado y ya en julio de 2006 su departamento organizó un gran acto de homenaje a quienes pasaron su cautiverio en las islas.

Bugallo volvió ayer al archipiélago para presentar la nueva realidad del pequeño enclave como símbolo de la libertad, que el próximo 19 de julio acogerá el Encuentro Nacional de la Memoria Histórica. "Queremos que el puente que une las dos islas tienda también hacia los gallegos y hacia todos los ciudadanos", manifestó. Una faceta que cobra sentido con la apertura al público de las islas a través de un programa estable de visitas guiadas de carácter gratuito y accesible también a los colegios a partir de otoño. Hasta la fecha, las excursiones se organizaban de manera intermitente. Las rutas, que partirán de los puertos de Cesantes (Redondela) y San Adrián de Cobres (Vilaboa), cuentan con el patrocinio de Caixanova y comenzarán el 12 de julio para tener continuidad durante todo el verano. Está previsto que los horarios y las reservas estén disponibles en breve en la página web de la fundación gestora www.illadesansimon.org.

Espacio de reclusión

Además de datos sobre el pasado insular, los visitantes accederán a los elementos monumentales que fueron declarados Bien de Interés Cultural por la Xunta, así como a los valores ambientales de la ensenada, catalogada como Zona de Especial Protección. El colofón del recorrido llegará con la visita a la exposición As paisaxes do illamento, inaugurada por la conselleira en el Centro de Interpretación de San Simón, donde se ubicará una biblioteca especializada en la Guerra Civil. La muestra toma como eje el aislamiento inherente a una isla para desgranar todas las reclusiones que se dieron en el mismo escenario: la de las comunidades monacales que en él se asentaron hasta el siglo XVIII; la de los leprosos y quienes debían guardar cuarentena por enfermedad o por viaje desde ultramar hasta el primer tercio del siglo XX y la de los presos políticos entre 1936 y 1943. Tras el cierre de la cárcel y hasta su abandono, en los años 60, las islas fueron el lugar de vacaciones de los guardias de Franco y orfanato para hijos de marineros.

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