OPINIÓN

Marcar el rumbo

El contexto en el que se celebró el debate parlamentario sobre la situación económica en España, el pasado miércoles, no podía ser más desfavorable a las posiciones defendidas por el Gobierno. Esa mañana se conoció que la afiliación a la Seguridad Social, uno de los pocos datos que había resistido a la crisis, disminuyó en junio por primera vez mientras el paro subía, también por primera vez en ese mes, desde la recesión del año 1993. En paralelo, la OCDE avisaba de que España se convertirá en el país de la organización (los 30 países más ricos del mundo) con el porcentaje de paro más alto en ...

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El contexto en el que se celebró el debate parlamentario sobre la situación económica en España, el pasado miércoles, no podía ser más desfavorable a las posiciones defendidas por el Gobierno. Esa mañana se conoció que la afiliación a la Seguridad Social, uno de los pocos datos que había resistido a la crisis, disminuyó en junio por primera vez mientras el paro subía, también por primera vez en ese mes, desde la recesión del año 1993. En paralelo, la OCDE avisaba de que España se convertirá en el país de la organización (los 30 países más ricos del mundo) con el porcentaje de paro más alto en 2009. Un día después -y seguramente el presidente de Gobierno ya disponía de este dato cuando acudió al Congreso- el Instituto de Crédito Oficial (ICO) anunciaba que el índice de confianza de los ciudadanos seguía hundiéndose hasta alcanzar su nivel más bajo desde la creación del mismo.

ZP salió aislado del Congreso, pero no muerto. No aparecieron las alternativas económicas

A pesar de todo ello, Rodríguez Zapatero no afiló el diagnóstico previo y siguió hablando tan sólo de "tiempos difíciles y complicados", como si estuviéramos únicamente en el momento más bajo de un ciclo que volverá a tomar vuelo antes que después. Pero su vicepresidente económico, Pedro Solbes, ya había dicho un día antes que lo más duro está por llegar, y por la rapidez con que se ha extendido en la economía real y la profundidad de las tendencias que se manifiestan, esta crisis parece tener elementos específicos que no pueden despacharse con generalidades.

Y sin embargo, Zapatero no salió muerto del debate. Estuvo solo, pero no muerto. Ello se debió a la falta de alternativas en política económica del líder de la oposición. Mariano Rajoy se presentó con un papelito de propuestas, también conocidas y con las que hizo la campaña electoral (periodo en el que la crisis económica no tenía las características agudas con las que se expresa ahora), que fueron la parte menor de su discurso. Tan sólo Duran i Lleida (CiU) hizo aportaciones concretas. La mejor intervención de Zapatero fue cuando se comprometió a iniciar un debate, estudiar las propuestas concretas de los diferentes grupos parlamentarios e incorporarlas a su acción política, con tres limitaciones: que no sufra la estabilidad presupuestaria, que no se comprometa la salud del sistema financiero español y que no se ponga en peligro la financiación de los compromisos sociales en materia de pensiones o protección al desempleo.

En las diferentes palabras de Zapatero hubo una ausencia que no pasa desapercibida y que confirma lo que un día antes dijo Solbes: el Ejecutivo no contempla nuevas medidas públicas para paliar las dificultades de liquidez del sistema financiero. "Yo buscaré deuda pública para financiar mis necesidades. La deuda privada para financiar al sector privado tiene que financiarla la banca", dijo el vicepresidente. Así que, por ahora, nada de muletas al estilo británico. En esto no tenemos idea de lo que piensa el PP. Quizá sea una diferencia más entre una política socialdemócrata y una neoconservadora, como destacó el presidente. O no. -

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