Reportaje:

"En la constancia está la clave"

Eduard Ansaldo obtiene la nota más alta en Selectividad, un 9,94

A Eduard Ansaldo, barcelonés de 17 años que ha obtenido la nota más alta de la Selectividad en Cataluña (9,94), le importunó ayer atender a los medios. "No puedo, tengo que estudiar química", resopló desde el otro lado del teléfono. Este rubio algo tímido y desgarbado ya empezó la jornada con mal pie: sus amigos le rompieron el sueño a las diez de la mañana, insistiéndole para que consultara su nota de acceso a la Universidad. "Sabían que sacaría un número alto", explicó. No andaban desencaminados. Le faltaron seis décimas para cerrar la tanda de exámenes perfecta.

Eduard obtuvo un 9,7 ...

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A Eduard Ansaldo, barcelonés de 17 años que ha obtenido la nota más alta de la Selectividad en Cataluña (9,94), le importunó ayer atender a los medios. "No puedo, tengo que estudiar química", resopló desde el otro lado del teléfono. Este rubio algo tímido y desgarbado ya empezó la jornada con mal pie: sus amigos le rompieron el sueño a las diez de la mañana, insistiéndole para que consultara su nota de acceso a la Universidad. "Sabían que sacaría un número alto", explicó. No andaban desencaminados. Le faltaron seis décimas para cerrar la tanda de exámenes perfecta.

Eduard obtuvo un 9,7 en el Bachillerato científico, cursado en el Instituto Cultural del CIC de Barcelona, y el curso próximo empezará Biotecnología en la Universidad Autónoma, una de las carreras que exigen mejor nota (8,78 el año pasado). Pero antes tiene otros retos en mente. El 12 de julio empieza la Olimpiada Internacional de Química en Budapest; y él, más avezado en Biología, está empeñado en superarse. Afronta el certamen con la misma tenacidad con la que ha batido registros en la Selectividad. "La constancia es la clave", subrayó. Lo que no le ahorró encerrarse siete horas al día para estudiar la semana antes de la prueba. Las ciencias, solo, aislado en la habitación de su casa en Sant Cugat. Las letras, tumbado en el sillón del piso de abajo.

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Pefiere definirse como alguien sociable y responsable, que en la última verbena llegó a casa pasadas las siete de la mañana y al que atraen la cultura y las lenguas extranjeras, algo que ha cultivado gracias a su madre, dentista. "Siempre le dice: estudia otra lengua más", recordó su padre, inversor en Bolsa. De ahí que Eduard domine el inglés y el francés y que haya tomado lecciones de ruso y chino; y que empezara a estudiar alemán en casa, junto a su madre.

Le cuesta admitirlo, pero su padre se sincera: "Los días antes estuvo muy nervioso", dijo orgulloso. Ambos sospechan que esos nervios le robaron las décimas que le faltan para el 10. "Me equivoqué por leer mal un enunciado del examen de... Química", susurró. Algo que espera no le ocurra en Budapest.

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