Análisis:

Ellos no sabían cómo tratarnos

Cuando decidí ingresar en la Guardia Civil, con ilusión, mucha juventud y una enorme vocación, no me había planteado lo que suponía ser mujer en una institución permanentemente ligada a la masculinidad. Quince años han pasado desde que me puse por primera vez el uniforme. Formaba parte de la 3ª promoción de mujeres que pasaba por Valdemoro, pero no éramos conscientes de las puertas que debíamos abrir, de las enormes barreras invisibles que tendríamos que derribar.

Pronto descubrimos que, no sólo los profesores, sino también nuestros compañeros, no sabían bien cómo tratarnos: unos eran e...

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Cuando decidí ingresar en la Guardia Civil, con ilusión, mucha juventud y una enorme vocación, no me había planteado lo que suponía ser mujer en una institución permanentemente ligada a la masculinidad. Quince años han pasado desde que me puse por primera vez el uniforme. Formaba parte de la 3ª promoción de mujeres que pasaba por Valdemoro, pero no éramos conscientes de las puertas que debíamos abrir, de las enormes barreras invisibles que tendríamos que derribar.

Pronto descubrimos que, no sólo los profesores, sino también nuestros compañeros, no sabían bien cómo tratarnos: unos eran excesivamente protectores, otros francamente hostiles, muchos no terminaban de ver cuál era el papel que podríamos desempeñar.

Me destinaron a La Mancha y allí tuve que seguir lidiando contra los gigantes: los mismos prejuicios de algunos compañeros y ciudadanos. Incluso las esposas de los agentes recelaban de las largas horas de servicio en el reducido espacio de un coche patrulla. Afortunadamente hoy en día ese camino está andado y a nadie le extraña la imagen de una mujer guardia civil, al saber que podemos realizar nuestro cometido igual que cualquier hombre.

Cuando las primeras guardias civiles se enfrentaron a la maternidad no existían cometidos, infraestructuras o vestuario acordes a los cambios físicos que nos asaltan. La baja maternal y la reducción de jornada para lactancia no siempre eran bien entendidas por mandos y compañeros. Conciliar familia y trabajo es a veces una misión imposible. Movilidad geográfica y horarios irregulares son graves obstáculos al trabajo añadido como madre.

En estos años he observado el proceso de modernización de la Guardia Civil y creo que ya se ha conseguido en gran medida una integración real entre hombres y mujeres. Aun así nos seguimos encontrando con grandes dificultades para conciliar nuestra faceta familiar y profesional, pero ya se ha iniciado el camino. Aunque aún es pronto para ver los resultados, la Guardia Civil ha creado el Observatorio de la Mujer para conocer nuestra problemática singular y poder darnos soluciones.

Estoy orgullosa ser guardia civil. Esta institución está en permanente evolución para responder a los retos a los que se enfrenta, y estoy segura de que llegar a la integración total de la mujer no va a ser una excepción.

María de los Llanos Olivares García. Guardia civil, miembro del Observatorio de la Mujer.

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