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Bilbao, ese plató

Al contrario de lo que se pueda pensar, rodar una película en Madrid es un infierno. Precisamente por ser una ciudad acostumbrada a acoger muchos rodajes, el Ayuntamiento, los ciudadanos y demás elementos urbanos están resabiados: es complicadísimo hacer la burocracia de los permisos, los peatones y conductores se ponen desagradables si un rodaje interrumpe su circulación, y los ruidos de la ciudad complican la vida a los técnicos de sonido. Por eso, cuando una película se rueda fuera de la capital, los miembros de un equipo de cine se alegran una barbaridad. Fuera de Madrid, las instituciones...

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Al contrario de lo que se pueda pensar, rodar una película en Madrid es un infierno. Precisamente por ser una ciudad acostumbrada a acoger muchos rodajes, el Ayuntamiento, los ciudadanos y demás elementos urbanos están resabiados: es complicadísimo hacer la burocracia de los permisos, los peatones y conductores se ponen desagradables si un rodaje interrumpe su circulación, y los ruidos de la ciudad complican la vida a los técnicos de sonido. Por eso, cuando una película se rueda fuera de la capital, los miembros de un equipo de cine se alegran una barbaridad. Fuera de Madrid, las instituciones están a favor de obra, los permisos para rodar son más fáciles de conseguir y a los habitantes de la ciudad incluso les hace ilusión que les paren para no entorpecer la filmación de una película.

El pasado lunes empecé a rodar Pagafantas, mi primer largo en Bilbao. Y se nota la diferencia entre hacerlo en Madrid y en esta ciudad. Todo es más fácil. Ése es el resumen. Todo es más bonito y menos complicado. Quizás nuestra única sorpresa ha sido el que montábamos la mesa de los bocatas en la calle (rodábamos en un bar y usábamos el exterior del mismo como "zona de catering") y alguna gente lo tomaba como una especie de avituallamiento para viandantes. Esto es: cogían un bocata y salían corriendo. Pero es la única anécdota picaresca de una ciudad en la que estamos trabajando muy a gusto. Los del equipo que no son de fuera flipan cuando ven Bilbao con su nueva fisonomía. Yo, que lo conozco bastante bien, suelo soltar un par de anécdotas del nuevo Bilbo. Mi favorita es la que tiene que ver con el puente de Calatrava y sus polémicos resbalones. La otra que cuento siempre es que el Campo Volantín parece ahora la playa de Santa Mónica, con tanta palmera y tanto patinador. Y guiris, muchos guiris en Bilbao. Eso no deja de alucinarme. El otro día rodamos un plano en la Gran Vía y los que caminaban por ella eran casi todos turistas. No sabías si estabas en Bilbao o en Copenhague.

Y ahora el tema tabú: el tiempo. Como bien sabéis, la meteorología aquí está como una cabra. El lunes empezamos lloviendo, luego a mediodía hizo sol y por la noche jarreó. Llevamos varios días de solazo y esto parece Miami. Así no hay quien mantenga la continuidad, la verdad. Gorka Otxoa le dice algo a Óscar Ladoire en un día soleado y Ladoire le contesta a Gorka mientras llueve... De momento lo estamos salvando, pero a ver qué pasa las próximas semanas.

Por último, un aviso. Si camina por Bilbao estos días y ve un equipo de rodaje grabando una escena, no mire a cámara. Si lo hace, le restaría magia al tema (porque se notaría que estamos "haciendo una película"). Y el tema tiene mucha magia, porque yo de momento estoy con una sonrisa de oreja a oreja haciendo mi peli.

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