Análisis:

Un giro metafísico

La inercia es un principio de la física que encuentra una cumplida aplicación en el terreno de la política. El Gobierno tripartito va a poder experimentar que no es fácil cambiar de sentido cuando se conduce a toda velocidad hacia otra dirección. Y en el caso de que se consiga dar el volantazo, verá que el quiebro quizás no es percibido y aceptado de forma inmediata por la sociedad, acostumbrada al otro registro.

Contra las leyes de la física, pues, va el empeño del lehendakari y su Gobierno de imprimir a este final de legislatura un giro social que enderece o compense, a los ojo...

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La inercia es un principio de la física que encuentra una cumplida aplicación en el terreno de la política. El Gobierno tripartito va a poder experimentar que no es fácil cambiar de sentido cuando se conduce a toda velocidad hacia otra dirección. Y en el caso de que se consiga dar el volantazo, verá que el quiebro quizás no es percibido y aceptado de forma inmediata por la sociedad, acostumbrada al otro registro.

Contra las leyes de la física, pues, va el empeño del lehendakari y su Gobierno de imprimir a este final de legislatura un giro social que enderece o compense, a los ojos de unos electores que pronto volverán a ser llamados a las urnas, su acusada dedicación a los afanes soberanistas del derecho a decidir y la consulta. Desde que verificó con el presidente Rodríguez Zapatero que en el prometido referéndum iba a tener que preguntar sólo sobre el derecho a ser preguntado por el lehendakari, Ibarretxe y su Ejecutivo perecen haberse puesto el buzo de la gestión y han sacado del baúl iniciativas y proyectos de ley que dormitaban hasta entonces.

Se amenaza a un desacostumbrado Parlamento con una catarata de proyectos

De repente, y mientras el calendario de la consulta avanza inexorablemente hacia la fecha marcada, el propio jefe del Gobierno anuncia la próxima disposición de la píldora postcoital o la igualación de las pensiones más bajas al salario mínimo interprofesional, y se pone al frente del plan interinstitucional para paliar los efectos de la crisis económica. Al mismo tiempo, se amenaza a un desacostumbrado Parlamento vasco con una catarata de iniciativas legislativas, enviándole de aperitivo, entre otros, los proyectos de ley Municipal y de Servicios Sociales. De la anorexia, a la bulimia.

La intención del tripartito con esta táctica es transparente. Le permitirá rebatir con cierta base fáctica el reproche de la oposición de que no ha prestado la debida atención a sus labores propias de gobierno, enfrascado como está con las cosas del derecho a decidir. Sin embargo, es probable que ésos y otros proyectos de ley anunciados se queden en tentativa por falta de tiempo o de suficiente respaldo en el Parlamento. Porque uno de los deberes más desatendidos por el Ejecutivo en las dos últimas legislaturas ha sido el de asegurarse la mayoría necesaria para gobernar con cierta comodidad. Además, parece improbable que, una vez identificada la intención propagandística del arreón, ni un PSE que se ofrece como alternativa ni una izquierda abertzale (EHAK) que se sabe en vísperas de quedar fuera de la Cámara vayan a favorecer las intenciones del Gobierno Ibarretxe.

En cualquier caso, el efecto demostrativo pretendido ante la sociedad puede anunciarse baldío. No se trata de un prejuicio, sino de un principio físico universal. Lo experimentó al final de la legislatura pasada Rodríguez Zapatero, cuando quería publicitar sus logros en política social y, en cambio, el foro le rebotaba una y otra vez sus fiascos con el proceso de paz y el Estatuto de Cataluña, a los que dedicó sus mayores esfuerzos e intervenciones públicas. Lo está sufriendo Mariano Rajoy al comprobar lo difícil que resulta intentar moderar el discurso de oposición cuando durante más de cuatro años se ha acostumbrado a la parroquia a un solo registro, y de trazo tremendista. Y también la Ezker Batua de Javier Madrazo constatará -lo ha probado ya en las dos últimas citas con las urnas- la dificultad de contrarrestar con un estimable trabajo en política social y de vivienda su faceta de supeditación y acompañamiento a los afanes soberanistas del lehendakari. Ni las más altas dosis de políticas de izquierda puede compensar una imagen que ha sido más que una imagen.

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Cuando alguien ha prestado tanta dedicación y durante tanto tiempo a un empeño, se presenta como una tarea problemática cambiar de forma inmediata la percepción social. Contra lo que suelen pensar los políticos afectados, no se trata de una disfunción inducida por los medios de comunicación. Pretender convencer a la opinión pública de que la atención de sus gobernantes está prioritariamente concentrada en mejorar los servicios públicos y responder a sus demandas, cuando está a la vista que la representación ha llegado al momento crítico y todos los actores implicados interpretan su papel en clave electoral, es pretender la cuadratura del círculo.

Hay cuestiones que operan como un agujero negro que se traga todo lo que le rodea, y la consulta de Ibarretxe es una de ellas, si no su paradigma, pese a su endeble sustentación política y jurídica. Con lo que, hablando de inercias y de giros imposibles, pasamos de la física mecánica a la simple y pura metafísica.

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