El conflicto de Oriente Próximo

Las facciones libanesas cierran la crisis

La milicia chií de Hezbolá obtiene poder de veto sobre las decisiones del nuevo Gobierno

El temor a una nueva guerra civil en Líbano, que pareció a punto de estallar a principios de mes, ha sido el acicate definitivo para que el Gobierno prooccidental y la oposición, liderada por el partido-milicia chií Hezbolá, afín a Irán y Siria, alcanzaran ayer en Qatar un acuerdo que pretende zanjar la parálisis política de los últimos 18 meses. Hezbolá, que demostró su poderío al tomar por las armas los barrios suníes de Beirut hace dos semanas, aparece como el triunfador. Ha obtenido poder de veto en el Gabinete, una demanda hasta ahora negada y que fue el detonante de la crisis.

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El temor a una nueva guerra civil en Líbano, que pareció a punto de estallar a principios de mes, ha sido el acicate definitivo para que el Gobierno prooccidental y la oposición, liderada por el partido-milicia chií Hezbolá, afín a Irán y Siria, alcanzaran ayer en Qatar un acuerdo que pretende zanjar la parálisis política de los últimos 18 meses. Hezbolá, que demostró su poderío al tomar por las armas los barrios suníes de Beirut hace dos semanas, aparece como el triunfador. Ha obtenido poder de veto en el Gabinete, una demanda hasta ahora negada y que fue el detonante de la crisis.

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Las primeras consecuencias fueron visibles en cuanto se firmó el pacto a mediodía. Los seguidores de Hezbolá empezaron a levantar el campamento plantado al comienzo de la crisis en el corazón comercial y financiero de Beirut (fantasmagórico desde entonces), justo a las puertas del Serrallo, la sede gubernamental. "Estoy muy, muy feliz", dijo una señora a la cadena de televisión qatarí Al Yazira. Y con la cautela de quien ha vivido avatares diversos, añadió: "Espero que [el acuerdo] dure".

El siguiente resultado tangible será la elección, prevista el domingo, del nuevo presidente. El nombre (general Michel Suleimán, jefe del Ejército) está consensuado hace tiempo. Los muchos desacuerdos pendientes sobre el reparto de poder entre el Ejecutivo y la oposición han impedido hasta en 19 ocasiones que el Parlamento lo eligiera. Líbano vive desde noviembre un vacío de poder inédito, sin presidente desde que venció el mandato del prosirio Emile Lahud.

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A principios de mes, la brecha en Líbano -cuatro millones de habitantes divididos en 18 sectas religiosas- se ensanchó hasta quedar al borde del precipicio. Las milicias de Hezbolá humillaron al Gobierno de Fuad Siniora en las calles. Todos en Líbano recuerdan la guerra civil que desangró al país de 1975 a 1990. El fantasma de una nueva contienda entre libaneses ha estado presente durante el último año y medio con incidentes esporádicos. Ambos bandos estaban, paralelamente, enfrascados en interminables negociaciones sin resultado alguno. El pequeño país parecía abocado al suicidio. La última ronda de diálogo, recién enterrados los últimos 67 libaneses muertos a manos de compatriotas, han sido cinco intensos días con mediación de la Liga Árabe en Doha (Qatar).

La oposición, encabezada por Hezbolá, llegó a Qatar reforzada por su incontestable victoria frente a los afines al Gobierno. Los hombres de Hasan Nasralá tomaron por las armas Beirut oeste en pocas horas, aislaron el país del exterior al clausurar la carretera al aeropuerto de la capital y asaltaron, hasta acallarlos, medios de comunicación leales al Ejecutivo. Su poderío y la consiguiente debilidad de sus adversarios quedan patentes en el acuerdo final. Hezbolá casi duplica su presencia en el Gabinete. Los seis ministros que tenía en 2006 en el Gobierno de unidad nacional renunciaron tras la negativa de la mayoría a otorgarles poder de veto. Entonces comenzó esta crisis, que pillaba al país lamiéndose las heridas por el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri.

Los partidos pro-sirios regresan al Ejecutivo con 11 carteras, frente a las 16 de la mayoría de Siniora. Otros tres ministros serán designados por el futuro presidente, Suleimán.

Los chiíes, tradicionalmente pobres y discriminados, saben que su peso demográfico aumenta -un incremento visible pero no oficial porque el censo data de 1932- y por eso exigen más poder. El pacto de Doha prevé reformas electorales para reflejar más fielmente los diversos grupos, cambios que pueden ser clave en las elecciones parlamentarias del año próximo.

El acuerdo entre los dos bandos fue celebrado por la Casa Blanca y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que lo calificó de "gran éxito para Líbano". Francia y EE UU son las potencias occidentales que respaldan al primer ministro Siniora. Hezbolá también tiene grandes aliados extranjeros: Irán y Siria, que tuteló el país de los cedros hasta 2005. Líbano ha sido, y es, escenario de constantes injerencias externas.

Suelta de globos en el centro de Beirut para festejar el acuerdo entre las facciones libanesas.REUTERS

Principales puntos del acuerdo

- Presidente. El Parlamento elegirá el domingo al jefe

del Ejército, general Michel Suleimán, jefe del Estado.

- Gobierno. El Gabinete de unidad nacional tendrá 30 miembros: 16 de la mayoría, 11 de la oposición y otros 3 nombrados por el presidente.

- Estabilidad. Todos los partidos se comprometen a no retirar a sus ministros y a no boicotear el Gobierno.

- Elecciones. Los comicios de 2009 se celebrarán según la ley de 1960, que impone que haya un cristiano en la jefatura del Estado, un suní como primer ministro y un chií al frente del Parlamento.

- Violencia. Se prohíbe

el recurso a las armas o a la violencia con fines políticos.

- Seguridad. La autoridad del Estado, que controlará a las fuerzas de seguridad y al Ejército, se extenderá a todas las regiones del país.

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