Editorial:

Crisis de pareja

El creciente desencuentro entre Francia y Alemania es una mala noticia para la UE

Nada es todavía irreparable, pero las próximas semanas permitirán calibrar el alcance de la fractura en el otrora sólido eje franco-germano que impulsaba la hélice europea. En los últimos tiempos se han multiplicado los síntomas de distanciamiento, no sólo personal, sino también político, entre la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy, de quienes se suponía que su conservadurismo compartido serviría para cimentar una relación provechosa. No está siendo así. No se trata ya de que caracteres muy diferentes, ultradiscreto uno, exuberante el otro, impregnen las políticas respecti...

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Nada es todavía irreparable, pero las próximas semanas permitirán calibrar el alcance de la fractura en el otrora sólido eje franco-germano que impulsaba la hélice europea. En los últimos tiempos se han multiplicado los síntomas de distanciamiento, no sólo personal, sino también político, entre la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy, de quienes se suponía que su conservadurismo compartido serviría para cimentar una relación provechosa. No está siendo así. No se trata ya de que caracteres muy diferentes, ultradiscreto uno, exuberante el otro, impregnen las políticas respectivas (Berlín, por ejemplo, no digiere la acusada autosuficiencia de Sarkozy). Son desencuentros al más alto nivel, plasmados en la reciente cancelación por París de una cita ministerial, con un pretexto fútil, después de haber anulado otra entre Merkel y Sarkozy, que debía producirse este mes.

La nómina de discrepancias es importante. Va desde la energía nuclear hasta la independencia del Banco Central Europeo, que París intenta acomodar a sus intereses para escándalo de Berlín. Pero es sin duda el plan de Unión Mediterránea de Sarkozy, alumbrado ya en su discurso de victoria electoral, en mayo, el que más ronchas produce en Alemania, además de suspicacias en otros Estados europeos. Al margen de si el proyecto para que los países ribereños hablen de igual a igual sobre temas presuntamente no ideológicos en un nuevo foro desemboca o no en algo consistente -existe ya el llamado Proceso de Barcelona-, Berlín interpreta que Sarkozy pretende excluir a Alemania, amparándose en la geografía, de la discusión de asuntos europeos por los que se siente directamente concernido.

Esta atmósfera enrarecida tendría menos importancia si no amenazara devaluar la presidencia francesa de la Unión, que comienza en cuatro meses y llega en un momento clave. Inevitablemente, desde la ampliación a 27, el papel de Berlín y París para imponer su punto de vista en el bloque ha perdido muchos puntos, pero aun así su estrecha cooperación resulta decisiva para los intereses del conjunto. Una crisis de confianza seria tendría un impacto grave en todos los temas de la agenda comunitaria al menos hasta el final de 2008. Aunque sólo fuera por eso, París y Berlín deben esforzarse por hallar antes de julio un sólido punto de encuentro.

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