Columna

Estamos rodeados

Éramos pocos y parió la abuela. ¿Pues no leo por ahí que, además de los fachas patrios, hemos importado a los del Ku Klux Klan para que se paseen por Madrid este fin de semana? Cómo si por la España profunda anduviéramos cortos de cenutrios, vamos a tener que soportar ahora a esa jarcia con uno de sus líderes, que al parecer ha venido a presentar sus vomitonas por escrito bajo el título Supremacismo judío. ¿Qué vendrán buscando? ¿Sol, playa, jamón? ¿O carne fresca con la que alimentar su odio? Si por algún caso son licencias municipales para abrir cualquier chiringo, ya saben... ...

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Éramos pocos y parió la abuela. ¿Pues no leo por ahí que, además de los fachas patrios, hemos importado a los del Ku Klux Klan para que se paseen por Madrid este fin de semana? Cómo si por la España profunda anduviéramos cortos de cenutrios, vamos a tener que soportar ahora a esa jarcia con uno de sus líderes, que al parecer ha venido a presentar sus vomitonas por escrito bajo el título Supremacismo judío. ¿Qué vendrán buscando? ¿Sol, playa, jamón? ¿O carne fresca con la que alimentar su odio? Si por algún caso son licencias municipales para abrir cualquier chiringo, ya saben... dos kilitos.

Éste es, tradicionalmente y desde que la espichara la momia de Franco, el fin de semana de los nostálgicos. No se puede andar por la zona nacional sin que te salga al paso un aguilucho acompañado por algunas viejas que son como esas hienas que describía un día Manuel Vicent o unos cuantos mendrugos, entre pijos y descerebraos, con el brazo en alto y cantando El cara al sol. Desafinado, por supuesto.

Nos tienen rodeados y los demócratas vamos a tener que hacernos oír en la calle más a menudo

Así era hasta hace poco. Resultaban más patéticos que pintorescos y, con la democracia asentada, no nos daban miedo, sino más bien pena. Sus manifestaciones quedaban en un mero desahogo impotente. Pero últimamente asustan. Últimamente ya tienen un blanco, una diana -los inmigrantes- y algunos voceros que los alimentan bien por onda o bien negándose a incluir el término ultraderecha en un escueto comunicado, como ha ocurrido esta semana con los finos y sensibles estilistas del Partido Popular en la Asamblea de Madrid. Es para que Espe pueda estar orgullosa de sus machacas.

Con estas cosas, a nadie debe extrañar que los del facherío se sientan bien respaldados, algo fuertes y más henchidos de lo normal. Hasta matan por la calle. Te rajan por la pinta. Que les huele a rojo, sacan la navaja. Así han hecho con el pobre Carlos Javier: 16 años apuñalados impunemente. Como después saben que alguien entre sus próximos, de esos que les entienden, echará mano de cualquier argucia para no condenar sus crímenes y sus barbaridades, pues, ancha es Castilla. Son esos los gestos que les hacen a estos bárbaros crecer y organizarse como setas. Por no hablar de la irrefrenable voluntad desestabilizadora que la derecha más tramontana ha implantado como estrategia en todas las instituciones y que semejantes monos violentos y sin evolucionar, con su coeficiente intelectual, digieren como una carta blanca para todo. ¿O es una estrategia bien meditada por parte de los más espabilados en maitines? Cría cuervos y perderás elecciones, Mariano, hijo mío. Un consejo: cambia de asesores, que, por ahí, te estrompas.

Un ejemplo: con colaboradores como Antonio Beteta, que se niegan a admitir las realidades más clamorosas y se atragantan con la palabra ultraderechista, por muchas convenciones que organicen para reafianzar un liderazgo en coma, no se levanta cabeza. El portavoz del PP en la Asamblea de Madrid negaba que los suyos no aceptaran tal término. Ahí le traicionó el subconsciente. ¿Cómo no lo van a admitir, si los tienen en casa? Tampoco ayudan los librillos de Aznar. Mucho menos sus cartas a esos amigos imaginarios, como el joven Santiago, español de ensueño nacionalcatólico, al que el nuevo gran teórico de la España eterna recomienda para andar por la vida: "Si te llaman facha, tú, tranquilo". Es que es muy fuerte.

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El caso es que nos tienen rodeados y los demócratas vamos a tener que hacernos oír en la calle más a menudo. Además, a lo mejor va siendo hora de poner límites serios a todo esto. No se puede ser tolerante con cierta intolerancia. No se puede sentar uno y quedarse con los brazos cruzados a esperar que las bestias le saquen los ojos al sistema de convivencia que nos hemos dado. No hay por qué admitir que las organizaciones racistas y xenófobas, que utilizan ya sin freno la violencia y la predican para todos sus fines, nos coman. Me pregunto: ¿qué diferencia hay entre los que emponzoñan con la kale borroka y estos pavos? ¿Por qué no se les puede aplicar el mismo jarabe?

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