Crítica:LOS LIBROS DE LA SEMANA

Elogio de la tristeza

No va a encontrar el lector de Juan José Millás en su nuevo libro, El mundo, nada que lo identifique con ese propósito de unidad novelística que caracteriza toda su narrativa. Incluso no cerca de novelas como Cerbero son las sombras, un libro que, como señaló con precisión Sobejano en su día, se alimentaba de "dos poderosas imágenes". Y cuando hablo de unidad novelística, sumo a ella toda la maquinaria retórica que la acompaña, además de símbolos, paradojas, soportes psicoanalíticos, una gama amplia de mecanismos de ilusionismo (los personajes reales y ficticios que se alternan y...

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No va a encontrar el lector de Juan José Millás en su nuevo libro, El mundo, nada que lo identifique con ese propósito de unidad novelística que caracteriza toda su narrativa. Incluso no cerca de novelas como Cerbero son las sombras, un libro que, como señaló con precisión Sobejano en su día, se alimentaba de "dos poderosas imágenes". Y cuando hablo de unidad novelística, sumo a ella toda la maquinaria retórica que la acompaña, además de símbolos, paradojas, soportes psicoanalíticos, una gama amplia de mecanismos de ilusionismo (los personajes reales y ficticios que se alternan y se explican unos a los otros, narradores que son narrados en clave borgiana, o cervantina si se acude a los orígenes de la licencia).

El mundo

Juan José Millás

Planeta. Barcelona, 2007

233 páginas. 21 euros

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En la trayectoria literaria de Millás, hay antes y después. Hay la etapa de Cerbero son las sombras, Visión del ahogado y Letra muerta, conformando una primera trilogía. Hay otra compuesta por El desorden de tu nombre, La soledad era esto y Volver a casa. Hay la etapa de Tonto, muerto, bastardo e invisible que se completa con El orden alfabético y No mires debajo de la cama. Las bases metafísicas de algunas de ellas, su estructura metaliteraria en otras, el juego borgiano, la atmósfera kafkiana son instancias que vienen a redondear su personalísimo universo literario.

El mundo es otra cosa. Yo diría que es la novela de Juan José Millás sobre Juan José Millás. Y con ello no hago necesariamente referencia a su caudal autobiográfico, que para este crítico es lo menos relevante. Quiero defender este libro como un texto de ficción. En alguna ocasión, Juan José Millás confesó que cuando él se buscaba en su pasado se descubría fragmentado, roto. Este libro es la búsqueda de un territorio moral, emocional, afectivo, doméstico, un territorio existencial, en suma, que le dé noticias a su narrador de lo que fue (y quiso ser) y de lo que ahora es (o no querría ya ser).

El punto de partida de El mundo es la infancia del narrador que se llama Juanjo Millás. El libro está dividido en cuatro partes y un epílogo. Cada una de esas partes es una imagen de la infancia. El frío, una calle, una chica, una academia torturante. La historia (de historias, dicho sea de paso) tiene una dinámica, el itinerario de ida y vuelta entre la infancia y la adultez del narrador. Este procedimiento permite al autor hacer que su narrador narre desde la adultez peripecias de la infancia que a su vez retornan a la adultez en forma de novelas. Así conocemos el origen de varias de ellas, desde Visión del ahogado a Dos mujeres en Praga.

No creo que éste sea el mejor libro de ficción de Millás. Hay procedimientos de ilusionismo que se muestran reiterativos, ideas sacadas de su propio repertorio narrativo (espejos, armarios, las fronteras de lo real a lo irreal) que no agregan nada nuevo a su novelística. Incluso hay fórmulas lingüísticas que parecen deslizadas de sus columnas, como esas irónicas interrogaciones sobre determinadas expresiones. Pero El mundo tiene momentos de invención de fuste. Y de eficaz belleza, que diría el Millás de la novela (como si conociera ese aforismo de Wittgenstein según el cual si una cosa es bonita no puede ser bella). Esa visión sobrenatural de la calle del narrador vista desde un sótano, la calle como mundo. La historia del niño secuestrado y la historia del hombre que no sabe cómo tirar las cenizas de su hija muerta en accidente. Historias que Millás sabe darles la forma de esas heridas que sólo pueden cicatrizar si se las recupera desde la escritura.

Millás ha escrito un homenaje a la escritura, la lectura y en cierta manera al psicoanálisis. Instrumentos fundamentales para la operación de novelarse a sí mismo. Un lujo introspectivo que puede resultar triste, pero por ello mismo tan necesario en tiempos de tanto descrédito de la tristeza. -

Boris Izaguirre y Juan José Millás.ILUSTRACIÓN: LOREDANO
Vídeo: ELPAIS.com / Juan Vinuesa

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