Cartas al director

El Dr. Watson

Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (CSIC) -

Con sus declaraciones acerca de la superioridad de los blancos sobre los negros, el elemental Dr. Watson se ha cubierto de gloria, una vez más.

Todavía, que se sepa, nadie ha demostrado una relación entre pigmentación de la piel e inteligencia. El elemental Dr. Watson, en sus quejas sobre los negros a los que ha contratado, no ha querido considerar más que lo superficial, no ha pensado en la influencia del entorno, de la educación, del nivel social, cultural y económico, en el desarrollo de una persona, ni el efecto de la ausencia de perspectivas de futuro en todo un grupo social. Por l...

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Con sus declaraciones acerca de la superioridad de los blancos sobre los negros, el elemental Dr. Watson se ha cubierto de gloria, una vez más.

Todavía, que se sepa, nadie ha demostrado una relación entre pigmentación de la piel e inteligencia. El elemental Dr. Watson, en sus quejas sobre los negros a los que ha contratado, no ha querido considerar más que lo superficial, no ha pensado en la influencia del entorno, de la educación, del nivel social, cultural y económico, en el desarrollo de una persona, ni el efecto de la ausencia de perspectivas de futuro en todo un grupo social. Por las mismas, podría haber dicho que los pobres son tontos de solemnidad.

Hace unos años hubo una polémica similar al publicarse La curva Bell, donde se pretendía demostrar que los negros son genéticamente inferiores, en cuanto a su capacidad intelectual. Recuerdo que un genetista desmontó el tinglado haciendo notar a los autores que algo que pasa de generación en generación no es necesariamente hereditario, y mucho menos necesariamente genético. Propuso un ejemplo: si a los pelirrojos se les diera un capón en la cabeza cada cuarto de hora durante las clases, probablemente la mayoría obtendría peores resultados académicos que los que tienen el pelo de otro color, y a sus hijos (también bajo el azote de los capones, pero además educados en una familia de pelirrojos absolutamente enojados, descontentos consigo mismos y desesperanzados) aún les iría peor. Lo que se hereda, en ese caso, no es una baja capacidad intelectual, sino un entorno hostil nada apropiado para el desarrollo.

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