El alto tribunal salva de la pena de muerte a un esquizofrénico

En sus últimos días de curso, el Tribunal Supremo se ha dedicado a cerrar casos pendientes y le ha salvado la vida a Scott Louis Panetti. La máxima corte determinaba ayer que este preso condenado a muerte por asesinar hace 15 años a sus suegros en Tejas no debe ser ejecutado, ya que según sus abogados sufre de esquizofrenia. La cancelación de la ejecución fue aprobada por cinco votos a favor y cuatro en contra.

En su día, Panetti, de 48 años, asistió al juicio vestido con un traje de cow-boy color púrpura y un sombrero vaquero. Rechazó que le defendiera un abogado y ejerció su pr...

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En sus últimos días de curso, el Tribunal Supremo se ha dedicado a cerrar casos pendientes y le ha salvado la vida a Scott Louis Panetti. La máxima corte determinaba ayer que este preso condenado a muerte por asesinar hace 15 años a sus suegros en Tejas no debe ser ejecutado, ya que según sus abogados sufre de esquizofrenia. La cancelación de la ejecución fue aprobada por cinco votos a favor y cuatro en contra.

En su día, Panetti, de 48 años, asistió al juicio vestido con un traje de cow-boy color púrpura y un sombrero vaquero. Rechazó que le defendiera un abogado y ejerció su propia defensa, en la que citó a declarar a J. F. Kennedy, el papa Juan Pablo II y Jesucristo. Para poder ser condenado a muerte es necesario que el preso sea consciente del crimen cometido, explicó el juez Anthony Kennedy, quien votó a favor de suspender la condena.

Durante años, Amnistía Internacional y otros grupos de defensa de los derechos humanos han luchado para que se impidiera la ejecución de Panetti, a quien mucho antes de los crímenes se le había diagnosticado esquizofrenia y trastorno bipolar. En 11 años, Panetti estuvo internado en 14 hospitales diferentes para ser tratado de sus problemas mentales.

El 8 de septiembre de 1992, Panetti se afeitó la cabeza, se puso un uniforme de combate y fue a casa de sus suegros en Hill Country (Tejas). Una vez allí entró y disparó a bocajarro a los padres de su mujer, Sonja Alvarado, delante de ésta y de su hija de tres años. A ambas les permitió salir indemnes del domicilio. Por ambos asesinatos fue condenado a la máxima pena en 1995 y desde entonces esperaba ver cumplida su sentencia.

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