Reportaje:Relevo presidencial en Francia

El triste adiós del dinosaurio

Chirac sale del Elíseo después de 12 años sin haber cumplido sus grandes objetivos y amenazado por sumarios judiciales

Incapaz de detener la invasión de Irak por la coalición anglo-estadounidense, ni de lograr para París la organización de los Juegos Olímpicos de 2012, ni de ganar el referéndum sobre la Constitución Europea, ni de conservar las riendas de la derecha francesa, Jacques Chirac abandonó ayer el Palacio del Elíseo como un boxeador al que levantan de la lona, incapaz de reaccionar durante la cuenta fatídica que sonaba sobre su cabeza en los últimos años, también impotente para evitar a Nicolas Sarkozy como sucesor.

Es probable que en su fuero interno se vea como Julio César frente al puñal de...

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Incapaz de detener la invasión de Irak por la coalición anglo-estadounidense, ni de lograr para París la organización de los Juegos Olímpicos de 2012, ni de ganar el referéndum sobre la Constitución Europea, ni de conservar las riendas de la derecha francesa, Jacques Chirac abandonó ayer el Palacio del Elíseo como un boxeador al que levantan de la lona, incapaz de reaccionar durante la cuenta fatídica que sonaba sobre su cabeza en los últimos años, también impotente para evitar a Nicolas Sarkozy como sucesor.

Es probable que en su fuero interno se vea como Julio César frente al puñal de Bruto: cuando Chirac hacía escapadas de estudiante a Estados Unidos, el muchacho que toma ahora su despacho del Elíseo ni siquiera había nacido. Sarkozy ha tenido tiempo de dejarse captar por Chirac, de traicionarle en 1995 -cuando apoyó a otro candidato presidencial-, de recuperarse en los Gobiernos de Chirac desde 2002 y de imponerse como heredero, contra los deseos del que intentaba hacer el testamento.

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Algo más de cuatro décadas de vida política se van por la borda. Es el adiós de una persona que formaba parte inherente de las instituciones francesas; también, del decano del Consejo Europeo de la UE y del dirigente en ejercicio más veterano del Occidente democrático. Dos veces primer ministro, alcalde de París durante 18 años, presidente de la República otros 12, lo más destacable en Chirac ha sido su espíritu de supervivencia en un ámbito tan duro como la política.

¿Qué balance deja? El hombre que estrenó la jefatura del Estado autorizando la reanudación de las pruebas nucleares en el Pacífico termina su presidencia con preocupaciones ecologistas, incluso propias de movimientos alternativos, como la propuesta de imponer una tasa a los billetes de avión para financiar medicamentos destinados a países pobres. Tan inquieto como para anunciar, además, el lanzamiento de una fundación privada sobre esos temas.

No todo ha sido negativo en el recorrido presidencial de Chirac. Rechazó permanentemente cualquier concesión a la ultraderecha y resultó tan creíble en ese aspecto que todos los partidos republicanos le apoyaron frente a Jean-Marie Le Pen en 2002. Protagonizó el reconocimiento histórico de las responsabilidades de Francia en la persecución de los judíos, durante la II Guerra Mundial. Se comprometió en la defensa a ultranza del laicismo como principio rector de la política; y en una sociedad tan conservadora como la francesa introdujo elementos de modernización como elevar los accidentes de tráfico a la categoría de problema de Estado. Pero también se ha mostrado comprensivo hacia el acceso de Irán a potencia nuclear, en una mezcla desconcertante de temas y de líneas políticas.

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Aunque Chirac no es un mediocre, su vida muestra la impotencia para emprender reformas de fondo en Francia. Comenzó con gestos a lo Margaret Thatcher, y en concreto con el intento de meterle mano a los derechos adquiridos de los empleados de ferrocarriles; pero no aguantó la reacción de la calle y Francia se vio paralizada por huelgas de enorme magnitud. Disolvió el Parlamento y perdió absurdamente la mayoría de la que disponía, a los dos años de su primera elección. Desde entonces ha caído y ha intentado levantarse repetidamente, pero en los últimos años se ha enterrado vivo. Y ahora, llegado el momento del retiro, persiste la incógnita sobre los sumarios judiciales pendientes por presunta financiación irregular de sus actividades políticas, que han permanecido en suspenso hasta ahora.

Jacques Chirac saluda desde el coche en el que abandona el palacio del Elíseo.REUTERS

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