Crítica:COMER

De la lonja coruñesa a la mesa en Madrid

MARÍA PITA, un nuevo restaurante que apuesta por mariscos y pescados de calidad

Todos los días laborables, a partir de las cinco de la tarde, su diminuta cocina comienza a atiborrarse de rapes, lubinas, meros salvajes y algún rodaballo gigante, además de nécoras, percebes, bogavantes, navajas, cigalas y mariscos de concha. Productos de lujo que, como es lógico, varían en función del mercado. Llegan a Madrid en furgoneta desde la lonja de A Coruña, remitidos por Jacinto Souto, propietario del restaurante Río Ulla de la capital gallega, que a su vez es uno de los cinco socios de esta nueva marisquería restaurante que dispone de dos empleados para hacer el trayecto y presume...

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Todos los días laborables, a partir de las cinco de la tarde, su diminuta cocina comienza a atiborrarse de rapes, lubinas, meros salvajes y algún rodaballo gigante, además de nécoras, percebes, bogavantes, navajas, cigalas y mariscos de concha. Productos de lujo que, como es lógico, varían en función del mercado. Llegan a Madrid en furgoneta desde la lonja de A Coruña, remitidos por Jacinto Souto, propietario del restaurante Río Ulla de la capital gallega, que a su vez es uno de los cinco socios de esta nueva marisquería restaurante que dispone de dos empleados para hacer el trayecto y presume de tener depositada una fianza de 200.000 euros para pujar en la rula gallega.

Calidad a precios razonables

MARÍA PITA

Orense, 70. Madrid. Teléfono 915 67 15 58. Cierra los domingos. Precio medio, entre 45 y 70 euros. Pulpo a la gallega, 18 euros. Mero al horno, 27 euros. Huevos fritos con jamón, 20 euros. Filloas con miel, 7 euros.

Pan ... 4

Café ... 6

Bodega ... 6,5

Ambiente ... 6

Aseos ... 5

Servicio ... 5,5

En el espíritu de sus promotores late un atrevido desafío: demostrar que todavía se pueden paladear pescados de anzuelo y mariscos de calidad óptima a precios relativamente razonables. Un órdago a ese privilegio que se extingue, o lo que es igual, la cuadratura del círculo en versión gastronómica. Y, por supuesto, un reto para su jefe de cocina, José María Jordán, cuyo único cometido consiste en respetar las materias primas, empeño que logra con desigual fortuna.

Para empezar, un pulpo a la gallega correcto; una empanada de marisco sólo aceptable; unas croquetas de cigalas anodinas, sin ningún gusto a crustáceos, y un salpicón de bogavante excepcional que justifica por sí solo la visita. Después, mariscos hervidos, de precio variable, que superan el notable alto. Y luego, raciones generosas de distintos pescados, preparados con recetas sencillas, que pecan de puntos de cocción exagerados. Resulta delicado el rape a la gallega, a pesar de que se debe mejorar la ajada; es espectacular la lubina, a la que le sobra minuto y medio de horno, y bastante fino el lenguado a la plancha.

No se entiende por qué razón, para acompañar distintos pescados, Jordán utiliza siempre las mismas guarniciones: espárragos verdes, cebolletas, tirabeques y unas suculentas patatitas de Bergantino (A Coruña). Con esas mismas patatas acompaña los huevos fritos en tres versiones, con angulas, con cigalas o con jamón, platos que llegan a las mesas sobre un exagerado fondo de aceite.

Comedor del restaurante María Pita, en Madrid.PAULA VILLAR

CENTOLLAS, NÉCORAS Y NAVAJAS

MARÍA PITA es una marisquería atípica, sin esas vitrinas frigorífico con las que intentan deslumbrar otros establecimientos semejantes, en la que debido a su peculiar sistema de aprovisionamiento, sus pescados están más frescos por las noches que en turnos de mediodía. A la entrada, sobre tablones de apoyo, tan sólo algunos mariscos a modo de reclamo para sus clientes.En la relación de frutos del mar, camarones, centollas, nécoras, cigalas, percebes, bogavantes, santiaguiños, langosta y navajas, cuyos precios cambian a diario. Quienes consiguen acomodarse en su minúscula barra pueden degustar algunas especialidades de la carta y recurrir a las medias raciones, opción a la que no se puede acceder en el comedor de la planta baja.Para los devotos de los mitos están las angulas (80 euros la ración), y para los que no renuncian a la carne, el entrecot de ternera gallega. Se concluye con un surtido de quesos de vaca (San Simón, Tetilla, Arzúa) o con postres caseros. Es agradable la tarta de almendra, excelente el helado de queso de tetilla con dulce de membrillo, algo bastas las filloas (con miel, nata o crema) y mediocre la espuma de chocolate con helado de vainilla. Mejor cara presentan las cañas rellenas de crema, a pesar de que se sirven frías. No deslumbra la bodega, acaparada por los albariños de Rías Baixas y blancos de Valdeorras y de Ribeiro, que, sin embargo, contiene tintos bien escogidos con algunas marcas interesantes. Y como complemento, una relación de vinos dulces por copas.

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