Cartas al director

Despotismo cultural

Parece mentira que personas razonables y cultas, como Amparo Rubiales, a la hora de enjuiciar determinados temas, como el del Diccionario esencial que acaba de publicar la Academia de la Lengua, terminen por caer en el mismo error que critican, al referirse a cuestiones que tienen que ver con el uso popular más que con la normativa estrictamente gramatical o legal del lenguaje. En el fondo, tanto la Academia cuando sanciona en el nuevo Diccionario, por ejemplo, el uso de la palabra Internet como correcta, como si la gente no le hubiera dado ya el pasaporte de validez hace tiempo,...

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Parece mentira que personas razonables y cultas, como Amparo Rubiales, a la hora de enjuiciar determinados temas, como el del Diccionario esencial que acaba de publicar la Academia de la Lengua, terminen por caer en el mismo error que critican, al referirse a cuestiones que tienen que ver con el uso popular más que con la normativa estrictamente gramatical o legal del lenguaje. En el fondo, tanto la Academia cuando sanciona en el nuevo Diccionario, por ejemplo, el uso de la palabra Internet como correcta, como si la gente no le hubiera dado ya el pasaporte de validez hace tiempo, como Amparo Rubiales cuando quiere obligar a la gente a que reconozca la palabra matrimonio cuando afecta a personas del mismo sexo porque la ley ha cambiado, sin importarle el tiempo que todos llevamos calificando de matrimonio a personas de distinto sexo, están ejerciendo un despotismo cultural sin ningún respeto a la voluntad diaria de la gente.

¿Cuándo nos vamos a quitar el filtro inquisitorial y reconocer de una vez que la lengua la hace la gente cada día cuando habla y escribe ateniéndose al sentido común más que a la ideología o la legislación? Al final, como ha pasado siempre con los idiomas, será la gente corriente la que dé con alguna palabra que terminará por usar todo el mundo, recogerá con retraso otro diccionario, también esencial, claro, y entonces tanto la Academia de turno como la Amparo Rubiales de guardia tendrán que reconocer que las lenguas, sean femeninas o masculinas, está para entenderse y las hace la gente; en caso contrario, todas las mañanas habrá que leerse el BOE antes de salir de casa para no meter la pata al hablar y, así, empezar el día de acuerdo con la voluntad del legislador de turno. La sombra del Gran Hermano es alargada.

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