Cartas al director

Todoterrenos y cambio climático

"Quien contamina paga" es uno de los principios básicos en gestión ambiental que la Unión Europea viene aplicando desde hace tiempo. Ahora, con renovado revuelo mediático por el cambio climático, surge la necesidad de limitar las emisiones contaminantes a la atmósfera en el ámbito doméstico, y parece ser que esta necesidad se reflejará en primer lugar en los hábitos de movilidad y el uso del coche. Se pretende gravar fiscalmente a los vehículos más contaminantes; el problema viene cuando se quiere establecer qué es un vehículo altamente contaminante. Inmediatamente acude a la mente de cualquie...

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"Quien contamina paga" es uno de los principios básicos en gestión ambiental que la Unión Europea viene aplicando desde hace tiempo. Ahora, con renovado revuelo mediático por el cambio climático, surge la necesidad de limitar las emisiones contaminantes a la atmósfera en el ámbito doméstico, y parece ser que esta necesidad se reflejará en primer lugar en los hábitos de movilidad y el uso del coche. Se pretende gravar fiscalmente a los vehículos más contaminantes; el problema viene cuando se quiere establecer qué es un vehículo altamente contaminante. Inmediatamente acude a la mente de cualquiera, y con razón, la imagen de un moderno todoterreno de lujo, enorme y con un motor de gran cilindrada, que sólo se usa para asfalto y ciudad. Y en eso se han fijado los responsables políticos: así, pretenden gravar a los todoterrenos y también, parece ser, a los monovolúmenes.

La realidad, sin embargo, es otra. El consumo y emisiones dependen enormemente del tipo de conducción que se practique: en su periódico se han publicado pruebas de motor de utilitarios con motor de 1.300cc con un consumo en prueba superior al que obtengo habitualmente con mi todoterreno de 2.000cc. ¿Por qué, si soy un conductor responsable, que necesita el coche, no doy acelerones y observo los límites de velocidad, debo pagar más que un joven que en ciudad exprime al máximo el pequeño motor de su utilitario sin sentido alguno y obtiene un consumo y emisiones superiores a los míos? ¿Por qué no se fijan también en los deportivos, coches potentísimos fabricados exclusivamente para correr y que se venden en un país cuyo límite máximo de velocidad son 120 kilómetros por hora? ¿No se han dado cuenta de que para una familia de seis miembros un monovolumen es una necesidad y no un capricho? ¿No han pensado que con el recargo fiscal perjudican a aquel que se compra el todoterreno asequible frente al que lo adquiere de lujo, a quien prácticamente no le supone inconveniente pagar un extra más por tener el coche? ¿Por qué de una vez por todas no hacen una apuesta de futuro por el transporte público y muchos, agradecidos, dejaremos el coche en el garaje.

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