Reportaje:APUNTES

Barrio rico, barrio pobre

Una radiografía de las zonas con mayor y menos población universitaria de Valencia

Hay un barrio de Valencia donde la mitad de la gente con la que te cruzas es diplomada, licenciada o doctora. Y hay otro en el que la búsqueda resulta mucho más ardua: sólo siete de cada 100 personas poseen un título universitario. El nivel de estudios y el de renta están relacionados. Pero no existen estadísticas de riqueza a escala municipal. De formación, sí. Bienvenidos al barrio de Jaume Roig y al distrito de Benimàmet-Beniferri, la cara y la cruz de la enseñanza superior en Valencia. Dos realidades tan alejadas como la vieja oposición entre barrio rico y barrio pobre.

A un lado es...

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Hay un barrio de Valencia donde la mitad de la gente con la que te cruzas es diplomada, licenciada o doctora. Y hay otro en el que la búsqueda resulta mucho más ardua: sólo siete de cada 100 personas poseen un título universitario. El nivel de estudios y el de renta están relacionados. Pero no existen estadísticas de riqueza a escala municipal. De formación, sí. Bienvenidos al barrio de Jaume Roig y al distrito de Benimàmet-Beniferri, la cara y la cruz de la enseñanza superior en Valencia. Dos realidades tan alejadas como la vieja oposición entre barrio rico y barrio pobre.

A un lado está el distrito de Pobles de L'Oest, integrado únicamente por Benimàmet-Beniferri. Un barrio en el que hasta los años setenta una parte de sus habitantes vivía en cuevas. Que pasó, casi sin solución de continuidad, de depender del monasterio de Sant Miquel dels Reis, como una vieja propiedad feudal, a manos del Ayuntamiento de Valencia. Que al contrario que otros pueblos anexionados a la capital en aquel año (1882), como Els Orriols, mantuvo durante mucho tiempo el aspecto y el ritmo de un pueblo. Que recibió inmigración andaluza, manchega, extremeña, conserva hoy algo parecido al orgullo obrero y, sin embargo, nunca tuvo ni una fábrica ni se proyectó en él un polígono industrial. Un barrio en el que todavía en 1981 había tres personas mayores de 10 años que no sabían leer ni escribir por cada titulado universitario.

En Jaume Roig, el 50% de los habitantes está titulado; en Benimàmet, sólo siete de cada 100
Pese a la masificación y a los precios públicos la universidad sigue siendo un privilegio de clase

Al otro lado de la estadística se encuentra Jaume Roig, con sus casas de dos plantas rodeadas de jardín, construidas durante la República por cooperativas de artes gráficas y de periodistas. Y con sus torres, de 11 y 15 alturas, levantadas a partir de los años cincuenta y ocupadas rápidamente por profesionales liberales, a los que les faltaba espacio vital en el centro de la ciudad. Un barrio, nacido con el empuje urbanizador de la Universitat de València, en el que la gente viste ropa de marca, luce relojes caros y dedica la tarde del domingo a pasear pastores alemanes. En el que el aire agita levemente los árboles y que es tan seguro, tan tranquilo, y tan limpio que la mayor preocupación para muchos vecinos son las sirenas de las ambulancias, que van y vienen del Hospital Clínico.

"Ahora se fijará usted en que hoy es domingo, y no hay nadie por las calles. ¿Curioso, eh? No verá usted a nadie por las calles porque esto no es centro comercial, ni de ocio, sino una ciudad para vivir. Y la gente abandona sus casas para ir a sus casas de campo, para irse a la playa...", dice Luis Taulet, 72 años, licenciado en Derecho, ex directivo jubilado, hijo de notario.

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Si los actuales habitantes de Jaume Roig convivieran con el Benimàmet de principios del siglo XX es posible que sus casas de campo estuvieran allí. Benimàmet, situado en la huerta del Turia, frontera con el secano, era por entonces, entre otras cosas, una zona de retiro para la alta burguesía valenciana. Todavía pueden verse, aquí y allá, alguna de esas grandes masías. En la conocida como chalé de los Panach veraneaba la alcaldesa Rita Barberá. Quizá por eso la finca es hoy una isla en un entorno urbanizado: parte de la propiedad es un jardín público y la casa, rehabilitada, la Biblioteca Municipal Teodor Llorente.

La biblioteca de Benimàmet es la menos frecuentada de Valencia. Su director, Aarón Cano, lo considera, sin embargo, un asunto "coyuntural" y lo atribuye a los "ataques vandálicos" que ha sufrido la casa en los últimos tiempos. En uno de los ataques, los vándalos arrancaron una puerta.

La historia pesa sobre cualquier comunidad humana: Benimàmet era hace 25 años el barrio de Valencia en el que menos universitarios vivían, el 1,7% de sus habitantes. Y hoy sigue siendo el distrito que cierra la clasificación, con el 7,5% de los mayores de 10 años, según el censo de 2001. El rendimiento escolar de los chavales depende en primer lugar del estrato sociocultural al que pertenecen sus padres. Influyen otros elementos, y no debe ser menor el hecho de que hasta los años 90, Benimàmet, que rondaba los 10.000 habitantes, no contase con un instituto. Pero ser universitario, a pesar de los precios públicos y a pesar de las masificaciones, continúa siendo en gran medida un privilegio de clase. Y como tal, es hereditario.

Cerca de los Panach, en la calle del Campamento, vive y trabaja Juan Medina, de 62 años. Desde el mostrador de su charcutería se ven los sofás del comedor. Medina empezó a acompañar a su padre, que era pastor, a los nueve años, "por cinco duros a la semana". Y afirma: "¿Qué es Benimàmet? Gente trabajadora. Y como la gente trabajadora es gente necesitada, de jóvenes ya empiezan a trabajar".

Parece la historia de Roberto Lorente, 20 años, que atiende un quiosco enfrente de la estación de Les Carolines: "A mí es que no me gustaba estudiar. Y como no me gustaba mi padre dijo: 'pues, a trabajar'. Mi hermano estuvo a punto, pero tampoco. Estuvo trabajando en verano, vio dinero... Pero mi hermano sí que valía. La profesora del colegio le dijo que podía darle clase a ella".

La clase de negocios dice mucho de un barrio. En Benimàmet, por ejemplo, destaca la cantidad de bares y restaurantes. En el barrio no funciona ni una fábrica importante, pero tiene desde hace 40 años la Feria de Muestras, que según los vecinos cumple el papel de un polígono industrial. Con la diferencia de que aquí el trabajo siempre es temporal. De modo que si uno entra al bar Antonio pocos días antes de que empiece la Feria del Mueble podrá ver a 50 de estos temporeros repartidos ordenadamente por mesas según el color de su mono de trabajo. Los de blanco son pintores; los de verde, jardineros, los de azul, montadores.

En Jaume Roig uno puede encontrar floristerías, agencias de viaje, ópticas, tintorerías, salones de té, sedes de organismos oficiales y tiendas de decoración. Pero si hubiera que elegir los dos tipos de negocio que más florecen, serían las sucursales bancarias y los salones de belleza.

Hay una última diferencia entre los dos barrios que puede parecer pasada de moda pero que no por ello deja de estar ahí. Jaume Roig es desde 1979 un granero de votos para la derecha. En las municipales de 2003, el PP logró el 74% de los votos. Benimàmet sigue votando mayoritariamente a partidos de izquierda. Y la abstención en las últimas elecciones municipales fue del 35%. Trece puntos más que la de Jaume Roig.

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