Bush coloca el 11-S en el centro de la campaña de las legislativas de noviembre

La Casa Blanca trata de que el debate sobre terrorismo contrarreste las críticas por Irak

Aunque ninguna papeleta llevará impresa el nombre de George W. Bush, el presidente abre con fuerza la campaña de las legislativas de noviembre para tratar de evitar que los republicanos pierdan el control de una o de las dos cámaras. En vísperas del quinto aniversario de los atentados del 11-S, Bush habló ayer por tercer día consecutivo de la guerra contra el terrorismo. Objetivo: que los votantes la tengan presente y, a ser posible, la identifiquen con la de Irak, para equilibrar las críticas a esta última con el rendimiento electoral del debate sobre la seguridad.

"En los últimos cinc...

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Aunque ninguna papeleta llevará impresa el nombre de George W. Bush, el presidente abre con fuerza la campaña de las legislativas de noviembre para tratar de evitar que los republicanos pierdan el control de una o de las dos cámaras. En vísperas del quinto aniversario de los atentados del 11-S, Bush habló ayer por tercer día consecutivo de la guerra contra el terrorismo. Objetivo: que los votantes la tengan presente y, a ser posible, la identifiquen con la de Irak, para equilibrar las críticas a esta última con el rendimiento electoral del debate sobre la seguridad.

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"En los últimos cinco años hemos llevado a cabo una campaña sin precedentes contra el terrorismo, y esa campaña ha triunfado a la hora de proteger a nuestro país", dijo Bush en Atlanta (Georgia) ante una festiva audiencia; un acto más en el camino hacia la conmemoración, el lunes, de los atentados que hace cinco años quitaban la vida a casi 3.000 personas en Nueva York, Washington y Pensilvania. La estrategia ha sido cuidadosamente diseñada para lanzar la última campaña electoral del presidente, una en la que no se juega la reelección, sino algo casi tan importante: las consecuencias políticas y personales que tendría el control demócrata de la Cámara o del Senado, si se pusieran en marcha comisiones de investigación, de imprevisibles consecuencias, sobre Irak, las escuchas secretas y otras decisiones de Bush.

Ante tamaño reto, la idea de la Casa Blanca es sencilla: la guerra de Irak es un lastre en las campañas de reelección de congresistas y senadores, que tienden a distanciarse de Bush para evitar el contagio; la desunión es garantía de catástrofe y permite la ofensiva de los demócratas, de forma que se trata de subrayar la guerra contra el terrorismo -lo que se ha hecho, lo que queda por hacer- para cambiar el debate. "Están convencidos de que cuanto más esfuerzos se hagan para que los votantes tengan presentes los asuntos relacionados con la inseguridad y la defensa, mejores son las posibilidades de ganar de los candidatos republicanos. Y eso es lo que explica todos estos discursos de estos días de Bush", señala Philip Gordon, de la Brookings Institution.

Amenaza vigente

Hace una semana, Bush equiparó a los terroristas con la insurgencia iraquí; el martes citó a Bin Laden para recordar que la amenaza sigue vigente; el miércoles desveló el secreto peor guardado del mundo -la existencia de cárceles secretas de la CIA- y anunció que 14 sospechosos de ser altos responsables de Al Qaeda están ya en Guantánamo.

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El presidente hizo de la necesidad virtud y lanzó un órdago: ante la decisión de julio del Tribunal Supremo de anular las comisiones militares especiales, retó al Congreso para que apruebe con urgencia un nuevo sistema para juzgar a los detenidos de Guantánamo. Ese debate, que se desarrollará en las próximas semanas, encaja en el guión que quiere poner en primer plano la discusión sobre seguridad y terrorismo: ningún congresista quiere ser acusado de blandenguería con tipos como Khalid Sheikh Mohammed y Ramzi Binalshibh, acusados de organizar los atentados del 11-S. Bush recupera la iniciativa y reta a sus adversarios en el terreno que domina.

En las legislativas de 2002, los demócratas, paralizados aún -como el resto del país y casi todos los medios de comunicación- por la onda expansiva del 11-S, tuvieron miedo de ser acusados de debilidad ante el terrorismo y no opusieron resistencia a nada. Ahora, la situación es completamente distinta, aunque sólo sea porque Irak no es lo que era y porque el índice de popularidad de Bush está en el 40%. Pero el mecanismo puede volver a funcionar, cree Gordon: "Acertada o equivocadamente, los republicanos han disfrutado siempre de ventaja en asuntos de seguridad nacional. Podría pensarse que después de cinco años de fracasos políticos en ese sentido deberían haberla perdido, pero ellos creen que no, y, francamente, quizá tengan razón. Los demócratas aún no han elaborado una estrategia coherente alternativa. Y siempre que la gente tiene miedo de algo, tiende a votar republicano, por la imagen de partido más duro, más resuelto a la hora de defender EE UU".

Si los demócratas consiguen -y no es fácil- que los moderados del partido lleven la voz cantante, y si son capaces de coordinarse con los republicanos moderados o independientes como John McCain y Lindsey Graham, que están elaborando una alternativa al proyecto de la Casa Blanca sobre las nuevas comisiones militares, podrán evitar un debate que no jugará en su favor en noviembre. En caso contrario, se arriesgan a perder la oportunidad de recuperar el poder en el Congreso.

[El Senado aprobó anoche por unanimidad una enmienda demócrata para destinar 200 millones de dólares (157 millones de euros) a restablecer la unidad especial de la CIA que tenía como misión el seguimiento y captura de Bin Laden, que había sido disuelta a principios de año, informa Reuters].

Bush, durante un discurso para recaudar fondos en Pooler (Georgia).REUTERS

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