Reportaje:EL MADRID QUE NO FUE

Adefesio antiprotestante

Dos arquitectos idearon en 1948 erigir un monumento a la Contrarreforma en el antiguo Cuartel de la Montaña

Madrid ha sido siempre una ciudad festiva. También los eventos religiosos gozaron a lo largo de la historia de arquitecturas efímeras, construidas con materiales pobres de fácil consunción, que culminaba cuando la efemérides llegaba a su fin. Las bodas de los monarcas de la Casa de Austria, lo mismo que las entradas de las nuevas reinas o sus fallecimientos, veían erguirse en sitios céntricos de Madrid, como las Puertas del Sol y de Alcalá, arcos triunfales o túmulos funerarios de los cuales queda sólo noticia grabada ya que los monumentos desaparecieron al poco. Sin embargo, en pleno siglo XX...

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Madrid ha sido siempre una ciudad festiva. También los eventos religiosos gozaron a lo largo de la historia de arquitecturas efímeras, construidas con materiales pobres de fácil consunción, que culminaba cuando la efemérides llegaba a su fin. Las bodas de los monarcas de la Casa de Austria, lo mismo que las entradas de las nuevas reinas o sus fallecimientos, veían erguirse en sitios céntricos de Madrid, como las Puertas del Sol y de Alcalá, arcos triunfales o túmulos funerarios de los cuales queda sólo noticia grabada ya que los monumentos desaparecieron al poco. Sin embargo, en pleno siglo XX, en el año 1948, una de estas arquitecturas pudo haberse convertido en permanente sobre el paisaje de Madrid.

Se trataba de un monumento dedicado a la Contrarreforma, es decir, el movimiento católico impulsado desde el Concilio de Trento para combatir el desarrollo del protestantismo por Europa.

El proyecto fue ideado 400 años después por los arquitectos Rafael Aburto y Francisco de Asís Cabrero, que llegarían a trabajar juntos en proyectos de la envergadura de la Casa Sindical de Madrid, enfrente mismo del paseo del Prado y en otros proyectos.

Para la ocasión, Aburto y Cabrero acudieron a la convocatoria de unos premios de Bellas Artes, equivalentes entonces a los de Arquitectura y donde cosecharon el segundo galardón. El espacio era el ocupado hasta la Guerra Civil por el Cuartel de la Montaña.

Sobre este enorme lugar, Cabrero y Aburto idearon elevar un conjunto monumental con seis hitos arquitectónicos, cuatro correspondientes a los extremos de los brazos de una cruz latina, otro en el travesaño de ambos brazos y otro más, una logia cubierta y columnada, como acceso al recinto. Éste quedaría consagrado a la Contrarreforma antiprotestante, capitaneada en su día por la Compañía de Jesús. En el centro de la cruz, un pabellón cuadrado, de zócalo escultórico, daba paso a una entrada jalonada por un dintel con la tiara papal, emblema de sumisión tridentina al Pontificado. Arriba, una galería columnada con fustes capitelados a la manera jónica y, rematando el edificio central, un triángulo trinitario con llamas solares flamígeras, al modo de la de iconografía neoclásica. Este pabellón central mostraba a ambos lados de su fachada dos obeliscos paralelos, duplicados en la parte posterior de este hito.

En los extremos de los brazos de la cruz latina, otros tantos pabellones similares pero de menores dimensiones, configuraban un espacio sacral precedido por un pórtico columnado también, con modillones de honda silueta. Esta suerte de acceso porticado se veía rematado por haces de guirnaldas de aspecto similar a los caduceos, pero con florituras barrocas en contraste con la severidad geométrica de columnas y de arcos.

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De igual hechura idearon Aburto y Cabrero la logia del conjunto, muy semejante a la que hoy cabe ver en el basamento del edificio de los Nuevos Ministerios.

Lo más destacable de aquel monumento es la extemporaneidad de plasmar una lid religiosa en clave supuestamente nacionalista que había culminado cuatro siglos atrás. Los arquitectos, presumiblemente, trataron de dar en él expresión arquitectónica a aquellas vivencias ya que, con certeza y por su juventud, se habían visto impregnados del impulso nacional-católico imperante, estro ideológico muy funcional para los intereses de un régimen aislado internacionalmente por sus desmanes con los vencidos tras la Guerra Civil, pero que gentes como Aburto y Cabrero mostraban percibir como resultado de la "inquina cosmopolita antiespañola".

Desde el punto de vista estilístico, el recurso de los dos arquitectos, la mezcolanza de la ornamentación barroca, del pórtico, con la neoclásica de los pabellones monumentales, más la tectónica clasicista, generaba un resultado que permite definirlo de abigarrado.

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