Tribuna:ANTE LA CUMBRE DEL G-8

Los retos energéticos del siglo XXI

¿Cuál es el propósito del G-8? Este fin de semana se reunirán en la Cumbre del G-8 en San Petersburgo los Jefes de Estado de los ocho países democráticos más industrializados, a los que nos uniremos, en nombre de la UE, yo mismo y el Primer Ministro finlandés Matti Vanhanen. Sin embargo, con sólo la UE y ocho países, de un total aproximado de doscientos, sentados en torno a la mesa, la representatividad resulta escasa. Tampoco se trata de un grupo negociador, pues, cuando sus miembros llegan a un consenso, sus decisiones ni siquiera son legalmente vinculantes.

Sin embargo, el G-8 tiene ...

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¿Cuál es el propósito del G-8? Este fin de semana se reunirán en la Cumbre del G-8 en San Petersburgo los Jefes de Estado de los ocho países democráticos más industrializados, a los que nos uniremos, en nombre de la UE, yo mismo y el Primer Ministro finlandés Matti Vanhanen. Sin embargo, con sólo la UE y ocho países, de un total aproximado de doscientos, sentados en torno a la mesa, la representatividad resulta escasa. Tampoco se trata de un grupo negociador, pues, cuando sus miembros llegan a un consenso, sus decisiones ni siquiera son legalmente vinculantes.

Sin embargo, el G-8 tiene un punto particularmente fuerte: ofrece a los líderes más poderosos del mundo la posibilidad de asumir una responsabilidad personal en relación con cuestiones de importancia mundial y de adquirir compromisos, de manera creciente con los líderes de las potencias industriales en desarrollo, ante retos que nos afectan a todos. La Cumbre de esta semana no será diferente, y en ella se abordará, en particular, un tema que exige una atención urgente: la seguridad del abastecimiento energético.

El abastecimiento de energía exige soluciones internacionales

El mundo ha entrado en una nueva era energética, dominada por una demanda internacional de energía en aumento y unos precios del petróleo y el gas elevados y volátiles, a lo que hay que sumar el desafío del cambio climático. Si tomamos el ejemplo de Europa, veremos que las cifras relatan la historia de una transformación en nuestro paisaje energético. En los dos últimos años, los precios del petróleo y el gas casi se han duplicado. Se prevé que la dependencia europea de las importaciones habrá aumentado al 70% en 2030. Toda la cadena energética mundial padece las consecuencias de una inversión insuficiente: en los próximos 20 años harán falta más de dieciséis billones de euros para satisfacer la demanda prevista de energía y reemplazar las infraestructuras que van quedando anticuadas.

Así pues, acojo con agrado la decisión del presidente Putin de otorgar a la seguridad del abastecimiento energético la máxima prioridad en la agenda de la Presidencia rusa del G-8. La mayoría de los países por los que más energía transita y que más energía consumen y producen están incluidos en el G-8. Todos deberían tener interés en promover un mercado energético mundial seguro y estable y unas condiciones equilibradas de participación.

La seguridad del abastecimiento energético no se consigue resolviendo apresuradamente los problemas según van surgiendo. Es necesaria una visión global de la cadena de energía, desde la producción hasta el consumo, y ello abarca cuestiones tales como la diversificación de las fuentes de energía -incluidas las renovables y la nuclear, para los que deseen disponer de ella-, el tránsito, la eficacia energética, la apertura de los mercados, unas tecnologías energéticas limpias y unos entornos reglamentarios eficaces.

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Lo que necesitamos es un marco de principios comúnmente acordados que ayude a orientar a todas las partes interesadas y que genere una verdadera interdependencia basada en la confianza mutua. Este marco fomentaría la emergencia en el mundo de un clima seguro y transparente para la inversión y de unos mercados eficaces y competitivos. Ambas cosas son esenciales si queremos activar la inversión masiva que hará falta en el sector energético durante las próximas décadas.

La UE está poniéndose a la cabeza en este ámbito. A principios de año, la Comisión Europea propuso a los gobiernos europeos un nuevo marco energético al que éstos respondieron positivamente, primero en su Cumbre de marzo, invitando a la Comisión Europea a que desarrollara una política energética para Europa, y luego, el mes pasado, acordando un conjunto de principios para la seguridad exterior del abastecimiento energético, a fin de asegurarse de que las relaciones exteriores de la UE contribuyen plenamente a los objetivos energéticos de Europa. Estos principios constituyeron la base del acuerdo alcanzado el mes pasado en la Cumbre UE-EE UU para reforzar la cooperación estratégica transatlántica en materia de energía e iniciar un diálogo de alto nivel con el fin de abordar el serio reto a largo plazo que constituye el cambio climático.

Los retos energéticos del siglo XXI no se detienen en las fronteras de Europa. La seguridad del abastecimiento energético es un reto mundial que exige soluciones mundiales, y es precisamente ahí donde radica la importancia del G-8: debemos mostrar el camino y comprometernos con un nuevo marco de principios que permita a todas las naciones contribuir al objetivo común de disponer de una energía fiable, asequible y sostenible.

Mientras nos centramos en la energía no debemos perder de vista otro desafío a largo plazo al que se enfrenta nuestro mundo: acabar con la pobreza extrema. Debemos obtener resultados en relación con el principal logro de la Cumbre del G-8 el pasado año en Gleneagles: un conjunto exhaustivo de medidas para acelerar el progreso de África hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

También en este ámbito la UE ha adoptado un papel central, acordando duplicar la ayuda para 2010 hasta proporcionar el 80% de los 50.000 millones de euros que se prometieron a África en Gleneagles; y mediante el progresivo cumplimiento de nuestro compromiso para que todos los productos, excepto las armas, provenientes de los 50 países más pobres del mundo entren en la UE sin derechos ni contingentes.

Pero tenemos que seguir cumpliendo nuestras promesas. Por eso, Europa ha impulsado este año el programa para el desarrollo, prometiendo facilitar a los países más pobres el acceso a la energía; intensificando la lucha contra enfermedades como el sida, la tuberculosis y la malaria, que caen con tan desproporcionado y mortífero peso sobre África; y respaldando nuevas formas de cooperación educativa entre los países en desarrollo y entre éstos y los países desarrollados. De esta forma, los líderes del G-8 no se limitarán a esperar acontecimientos, sino que acelerarán el cambio. Nosotros otorgaremos al desarrollo la importancia central que merece en la problemática mundial.

José Manuel Durão Barroso es presidente de la Comisión Europea.

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