El conflicto de Irak

Al Qaeda después de Zarqaui

La muerte del terrorista Abu Musab al Zarqaui ha suscitado interpretaciones discrepantes sobre su efecto en el embrollo iraquí. Se ha hablado menos de los entresijos que llevaron a que fuera traicionado. La coincidencia temporal de esa entrega con el remate del nuevo Gobierno y los gestos conciliadores de su primer ministro, Nuri al Maliki, hacia los suníes (principal cantera de los insurgentes) sugieren la posibilidad de un acuerdo con esa comunidad. Sin embargo, el posterior aumento de la violencia y el peso del elemento nacionalista entre los rebeldes restan lustre a los análisis más optimi...

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La muerte del terrorista Abu Musab al Zarqaui ha suscitado interpretaciones discrepantes sobre su efecto en el embrollo iraquí. Se ha hablado menos de los entresijos que llevaron a que fuera traicionado. La coincidencia temporal de esa entrega con el remate del nuevo Gobierno y los gestos conciliadores de su primer ministro, Nuri al Maliki, hacia los suníes (principal cantera de los insurgentes) sugieren la posibilidad de un acuerdo con esa comunidad. Sin embargo, el posterior aumento de la violencia y el peso del elemento nacionalista entre los rebeldes restan lustre a los análisis más optimistas.

"El proceso de reconciliación emprendido por el [presidente Yalal Talabani] Consejo de los Ulemas se inició el año pasado", apuntan fuentes diplomáticas europeas en Bagdad que no ven una relación directa entre la muerte de Al Zarqaui el pasado día 7 y el reciente impulso dado a la participación política de los suníes. Al Maliki sólo ha hecho público un plan de reconciliación en el que el jefe del Estado ya trabajaba desde hacía tiempo y que ahora va a ser sometido al Consejo Nacional de Seguridad.

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"Puede que algunos grupos marginales que colaboraban con Al Zarqaui se lo estén pensando, pero la línea dura sigue más fuerte que nunca", asegura uno de los entrevistados. Respaldando esta percepción, la semana entre el 16 y el 23 de junio, Irak ha sufrido el mayor número de atentados suicidas de los últimos siete meses. Es justo ese tipo de ataques espectaculares, más dañinos para los iraquíes que para las fuerzas de ocupación, lo que se ha convertido en la imagen de marca del grupo de combatientes extranjeros (los llamados yihadistas) que dirigía el jordano, "el sector más sanguinario y cruel de la insurgencia", señala un embajador europeo.

Después de meses en los que el aparato militar de EE UU parecía impotente ante la astucia y brutalidad de Al Zarqaui y sus secuaces, Washington se apuntó un tanto propagandístico con su asesinato.

Algunas semanas antes, cierta prensa iraquí aseguraba que Irán conocía el paradero del terrorista y que lo utilizaría como moneda de cambio en una eventual negociación con Washington. Una vez más, la coincidencia en el tiempo con el giro en la actitud norteamericana hacia la crisis nuclear y la consiguiente oferta internacional a Teherán dan pie a elucubraciones. Sin embargo, las informaciones sobre el terreno priman la hipótesis de la ayuda de los servicios secretos jordanos, para los que Al Zarqaui se había convertido en verdadera obsesión desde los atentados del pasado noviembre en Ammán.

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"Sí, cooperamos con Estados Unidos y con cualquiera que luche contra el terrorismo", reconoció un alto responsable de inteligencia jordano a finales de abril. En una inusual conversación para la que requirió el anonimato, el oficial se refirió a la falta de control del Ejército estadounidense sobre diversas regiones de Irak. "Algunas zonas están en manos de los terroristas", aseguró con el conocimiento que da su extensa red de agentes precisamente en esas regiones. Respecto a Al Zarqaui, a quien calificó de "matón", señaló que existía un conflicto entre él y su gente, "porque toma como objetivos a civiles, incluidos musulmanes suníes".

Serían esas diferencias las que habrían explotado los jordanos para alentar su entrega. "Dentro de la cúpula de Al Qaeda había una lucha de intereses por erosionar el poder de Al Zarqaui y sus cabecillas cuestionaban parte de sus decisiones", admiten fuentes de los servicios de seguridad occidentales en Irak. De ahí el que enseguida se anunciara su sustitución por Abu Ayub al Masri.

"No va a haber un cambio drástico en las fuerzas operativas de Al Qaeda porque no son tanto los que llevan a cabo las acciones como una imagen de marca cuyo nombre cubre operaciones del crimen organizado, de los antiguos servicios secretos de Sadam y de los propios muyahidin (combatientes islamistas)", interpreta un diplomático. Para esta fuente, "el control de la situación lo tienen los insurgentes locales [nacionalistas islamistas], de los que los yihadistas extranjeros son meros instrumentos ad hoc".

Otros observadores cuestionan no obstante esa división, que tachan de escolástica, y apuntan no sólo a una convergencia de objetivos y métodos, sino a una progresiva iraquización de la rama local de Al Qaeda.

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