Cartas al director

Estiramiento

El señor Culla y Clarà recurre a "una vieja retahíla de referencias periodísticas" para probar que en Cataluña, miles de ciudadanos de todas las sensibilidades políticas desaprueban hoy la Ley de Partidos (EL PAÍS, 20 de mayo). Y esas referencias sólo demuestran que en su día numerosos políticos catalanes la rechazaron o fueron reticentes ante ella, cosa que ya sabíamos incluso los más distraídos. Dado que no siempre los ciudadanos comparten mecánicamente todos los criterios de sus representantes políticos (en el referéndum sobre el Estatuto del día 18 tendrá Culla y Clarà ocasión de comprobar...

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El señor Culla y Clarà recurre a "una vieja retahíla de referencias periodísticas" para probar que en Cataluña, miles de ciudadanos de todas las sensibilidades políticas desaprueban hoy la Ley de Partidos (EL PAÍS, 20 de mayo). Y esas referencias sólo demuestran que en su día numerosos políticos catalanes la rechazaron o fueron reticentes ante ella, cosa que ya sabíamos incluso los más distraídos. Dado que no siempre los ciudadanos comparten mecánicamente todos los criterios de sus representantes políticos (en el referéndum sobre el Estatuto del día 18 tendrá Culla y Clarà ocasión de comprobarlo), sigo convencido de que ni el historiador ni yo podemos saber si hay "muchos miles" de catalanes que a día de hoy -a pesar de que su ilegalización ha puesto a Batasuna en un trance mucho más proclive a la vía política y menos entusiasta de la lucha armada que antaño- consideran esa ley regresiva, dudosa y poco eficaz. De momento, el embuste sigue estando donde estaba.

En este artículo -como en el anterior que motivó mi crítica-, Culla y Clarà se refiere a la concentración de ¡Basta Ya! en San Sebastián de modo derogatorio: como un acto político "no precisamente a favor de las perspectivas abiertas por el cese de la actividad de ETA". El feliz día en que ETA cese su actividad no será precisamente ¡Basta Ya! la que esté en contra de las perspectivas de libertad que se abran; entre otras cosas, porque nos hemos implicado desde hace mucho y con bastante ahínco en conseguirlas. Y dar a entender otra cosa es un nuevo embuste, también de corte inequívocamente nacionalista, en el que incurre Culla y Clarà. De modo que el comienzo de nuestra hermosa amistad deberá quedar nuevamente aplazado. Por ahora, Culla y Clarà me sigue gustando tan poco como el chicle, que se estira y se estira pero no mejora de sabor.

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