Reportaje:El debate de la eutanasia

El hombre que convertía el hierro en música

El fallecido repartía su tiempo, antes del accidente, entre la escultura, "que era su médula", el campo y el hospital

Parece que Jorge León no abandonó sus proyectos creativos hasta el último momento. Un par de días antes de su muerte, el tetrapléjico atado a un respirador pidió a una de sus cuidadoras que comprase unas láminas de vidrio en la cristalería de debajo de su casa, en el centro de Valladolid. ¿Material para una escultura o maniobra de distracción?

"Seguro que Jorge andaba con alguna de sus obras", dice Azucena, la dueña del negocio, una mujer de mediana edad que ha sido su vecina de abajo desde hace décadas, "así que, claro, me extraña que planease morir. Pero cuando me enteré, sentí alivio...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Parece que Jorge León no abandonó sus proyectos creativos hasta el último momento. Un par de días antes de su muerte, el tetrapléjico atado a un respirador pidió a una de sus cuidadoras que comprase unas láminas de vidrio en la cristalería de debajo de su casa, en el centro de Valladolid. ¿Material para una escultura o maniobra de distracción?

"Seguro que Jorge andaba con alguna de sus obras", dice Azucena, la dueña del negocio, una mujer de mediana edad que ha sido su vecina de abajo desde hace décadas, "así que, claro, me extraña que planease morir. Pero cuando me enteré, sentí alivio, porque sabía que sufría mucho". Las cuidadoras frecuentaban la cristalería para obtener los encargos del enfermo: vidrios del tamaño de un folio, o de un pequeño triángulo. Se cortaban en el acto y ellas lo subían al primero izquierda del caserón, una finca del siglo XVIII en la que conviven los martillazos de las obras con los desconchones, donde el artista, conectado a la máquina de respirar, miraba por el balcón. Azucena preguntó por Jorge, al que sólo veía ya cuando una ambulancia le sacaba de su encierro. La cuidadora respondió algo así: "Parece que vais a tenerle ya poco tiempo por aquí, porque se va a León, a una residencia".

Más información

La amplia casa que Jorge alquilaba desde que era un chaval y que compartió de joven -cinco balcones a la calle, unos 200 metros cuadrados- siempre fue un arsenal de metales. La materia prima de las obras de un tipo de coleta y vaqueros que, según un vecino, dividía su tiempo entre el campo, el hospital y la escultura. "La escultura, ésa era su médula, a mí me parecía un ideólogo del hierro, y también un poeta", rememora una amiga de juventud. "Tenía un don. Su casa guardaba mil recovecos, y sí, había hierro, él lo buscaba por almacenes de chatarra, por desguaces ferroviarios, pero también obras acabadas o inconclusas. Estaba obsesionado por el movimiento y el equilibrio de sus obras". Una de ellas, Prototipo MI, ilustra estas líneas. La creó en 1988 y fue adquirida por el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano de Valladolid.

El accidente no detuvo su trabajo: creaba utilizando el ordenador, que manejaba con un puntero a través de los labios. Luego sus allegados materializaban la idea. Una de sus exposiciones, en Valladolid, recuerda su amiga, se hizo con esculturas que generaban sonidos, otra de sus obsesiones. "Aunque el resultado era desnudo, muy contemporáneo, su manera de crear era laberíntica, le obsesionaban los laberintos. Últimamente dibujaba trazos que se inspiraban en ideogramas, en letras chinas".

La dueña de la cristalería, recuerda el estruendo de los hierros encima de su techo. Pero ella le quería bien. "Hace años, mi madre se rompió las dos muñecas. La llevamos al hospital Clínico", relata la mujer, el gesto enternecido, "quien le atendió cuando le hicieron las radiografías fue Jorge, que no sabía que era mi madre. Ella salió feliz, diciendo que le había tratado con mucho cariño".

La obra Prototipo MI de Jorge León.

Sobre la firma

Archivado En