Cientos de miles de personas celebran en Katmandú el regreso de la democracia

El jefe del principal partido político de Nepal dirigirá el Gobierno interino hasta los comicios

Al grito de "viva la democracia" y "dame un cuchillo y le cortaré la cabeza", centenares de miles de personas se echaron a la calle ayer en Katmandú para celebrar el fin del reinado absolutista impuesto por el monarca Gyanendra. El rey nepalí se plegó a las presiones populares el lunes por la noche y restableció el Parlamento, que había disuelto en mayo de 2002. Tras la decisión, la alianza de los siete partidos de la oposición canceló la huelga general que desde el día 6 ha sumido el país en el caos, y transformó la manifestación de protesta convocada para ayer en una gran fiesta por la liber...

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Al grito de "viva la democracia" y "dame un cuchillo y le cortaré la cabeza", centenares de miles de personas se echaron a la calle ayer en Katmandú para celebrar el fin del reinado absolutista impuesto por el monarca Gyanendra. El rey nepalí se plegó a las presiones populares el lunes por la noche y restableció el Parlamento, que había disuelto en mayo de 2002. Tras la decisión, la alianza de los siete partidos de la oposición canceló la huelga general que desde el día 6 ha sumido el país en el caos, y transformó la manifestación de protesta convocada para ayer en una gran fiesta por la libertad.

La capital vuelve a la normalidad después de casi tres semanas de huelga general
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El Gobierno levantó el toque de queda diurno, que durante cinco días hizo de la capital del reino nepalí un desierto, y los comercios volvieron a abrir las puertas.Fue un día para la victoria. Los saltos y los gritos de alegría comenzaron mientras el hierático monarca, que se había dotado de poderes absolutos en febrero de 2005, efectuaba el anuncio en la televisión nacional; siguieron por la noche en algunas plazas de la capital, y se convirtieron en una muestra de júbilo nacional cerca del mediodía ante la residencia de Girija Prasad Koirala, presidente de Congreso Nepalí (NC), el principal partido político del país. Koirala ha sido designado primer ministro por la oposición para dirigir el Gobierno interino que conducirá a la celebración de elecciones a la Asamblea Constituyente.

Once y media de la mañana. A la puerta de la vivienda de Koirala, situada al final de un callejón flanqueado de buganvillas, en el barrio de Maharajgang, Raju Sedhain, un médico de 23 años, está exultante. "Hemos ganado la batalla contra el rey", asegura. Sobre las cabezas de la muchedumbre ondean las banderas rojas del NC y del Partido Comunista de Nepal-Unidad Marxista Leninista (CPN-UML).

A un centenar de metros, Khursani Tamang, una mujer de 40 años, vestida con un sari malva, se debate entre la alegría y la tristeza. "Por fin ha acabado todo, pero siento mucho dolor por quienes han perdido la vida estos días", dice. En las casi tres semanas que han durado las protestas han muerto 14 personas en los enfrentamientos entre la población y las fuerzas armadas, que recibieron permiso para disparar a matar a quien incumpliera el toque de queda.

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Pocos minutos después, la marea humana fluye sobre la carretera de 27 kilómetros de circunferencia que circunvala Katmandú. Son miles de personas, hasta donde se pierde la vista. Mucha gente canta, otra baila. Donde el pasado lunes ardían neumáticos, ahora suenan los tambores y los platillos. Hay ancianos, mujeres y niños, y adolescentes envueltas en la bandera con la hoz y el martillo de los comunistas y los rebeldes maoístas. La gente aplaude en las azoteas. Muchos gritan: "Necesitamos democracia". Otros advierten a los líderes de la oposición: "Cuidado con el rey", porque "puede querer volver a engañar al pueblo como ha hecho muchas veces". De repente pasa un camión cargado de soldados. Sonríen cuando les saluda la gente.

Fue un día histórico para este país, de unos 25 millones de habitantes, lleno de esperanza, pero también de obstáculos ante el futuro. Los rebeldes maoístas rechazaron la propuesta del rey de restablecer el Parlamento, ya que, según dijo su líder Prachanda en un comunicado, se trata de "una conspiración contra los nepalíes". Prachanda aseguró que la oposición ha cometido un "error histórico" al aceptar la iniciativa de Gyanendra, y pidió a la población que continúe las protestas hasta que la Asamblea Constituyente sea una realidad. Dijo que hasta entonces someterán a un bloqueo a Katmandú y otras capitales de distrito.

Los maoístas han apoyado el levantamiento civil, bajo el acuerdo alcanzado con los siete partidos en noviembre pasado para poner fin a la monarquía absoluta. Según dicen, el pacto de 12 puntos ha sido incumplido por la oposición al aceptar el restablecimiento del Parlamento, ya que el rey no citó específicamente en su discurso una convocatoria de elecciones a la Asamblea, que cambie la Constitución de 1990 que le permitió asumir el poder total. Gyanendra sí mencionó, sin embargo, que su iniciativa seguía la hoja de ruta de la oposición.

Las críticas de Prachanda chocan con la oferta de los siete partidos de integrar a los maoístas en el Gobierno. A esta situación se suma la incertidumbre sobre si los partidos reincidirán en las luchas políticas que han marcado tradicionalmente sus relaciones. Mientras tanto, Katmandú ha regresado a la normalidad. Los comercios han levantado los cierres metálicos, y las calles han recuperado su bullicio habitual. Centenares de policías fueron desplegados en las inmediaciones del palacio real de Narayanhiti para impedir que se acercara la marcha que recorrió la ciudad durante todo el día.

Miles de nepalíes, con banderas de sus partidos políticos, celebran el regreso de la democracia ayer en Katmandú.EFE

Integrar a los maoístas

Girija Prasad Koirala, presidente del partido Congreso Nepalí (NC), es un viejo zorro de la política. Ha sido primer ministro anteriormente en tres ocasiones, y ayer, a sus 84 años, fue elegido por la oposición para dirigir el nuevo Gobierno. Tras entrevistarse con los líderes de los siete partidos, se reunió con sus colaboradores en una pequeña habitación acristalada en la azotea de su vivienda, situada en un barrio del norte de Katmandú. Él en una silla, ellos -una veintena- sentados en el suelo. En la azotea de la casa -un chalé de dos plantas de ladrillo rojo-, se secaba la ropa al sol colgada de las cuerdas. La bandera del partido coronaba el edificio. En la calle, le aclamaban sus seguidores.

Koirala sólo accedió a que le hicieran unas cuantas fotos, pero en el jardín, Madhav Kumar Nepal, secretario general del Partido Comunista de Nepal-Unidad Marxista Leninista (CPN-UML), explicó a EL PAÍS los pasos que tendrá que dar el Gobierno. "Estamos satisfechos, pero quedan cosas por hacer. Tenemos que integrar a los maoístas en el Gobierno, celebrar elecciones a la Asamblea Constituyente, redactar una nueva Constitución, reorganizar las estructuras del Estado y llevar la democracia a la sociedad", dijo. Y añadió, a continuación: "Los maoístas tendrán que jugar un papel constructivo y positivo".

Algunos observadores políticos nepaleses aseguran que hacer participar a los rebeldes -que llevan una década de lucha armada para derrocar la monarquía y crear una república comunista- en el Gobierno no será fácil. El NC y el CPN-UML son los principales partidos de Nepal. El primero tenía 113 de los 205 escaños del Congreso cuando el Parlamento fue disuelto en mayo de 2002 por el rey Gyanendra para aplastar la rebelión maoísta, mientras que el segundo tenía 69. Las últimas elecciones se celebraron en 1999.

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