Reportaje:Tres historias de un pasado que no muere | NAZISMO

Un tesoro oculto en el campo de concentración

El campo de concentración nazi de Majdanek, junto a Lublin (Polonia), tiene un tesoro escondido bajo la tierra que hasta hace unos meses sólo conocían los supervivientes del horror. "Cuando nos sacaron del gueto de Varsovia y nos llevaron a Majdanek, mucha gente aún tenía objetos de valor encima. Nos habían dicho que entregáramos todo y sabíamos que si nos los encontraban nos matarían. Por eso preferimos enterrarlos. Yo enterré lo mío", recuerda Tessie Jacob, de 82 años.

Tessie Jacob vive hoy en Melbourne (Australia), igual que el matrimonio formado por David y Ella Prince, y Adam Frydm...

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El campo de concentración nazi de Majdanek, junto a Lublin (Polonia), tiene un tesoro escondido bajo la tierra que hasta hace unos meses sólo conocían los supervivientes del horror. "Cuando nos sacaron del gueto de Varsovia y nos llevaron a Majdanek, mucha gente aún tenía objetos de valor encima. Nos habían dicho que entregáramos todo y sabíamos que si nos los encontraban nos matarían. Por eso preferimos enterrarlos. Yo enterré lo mío", recuerda Tessie Jacob, de 82 años.

Tessie Jacob vive hoy en Melbourne (Australia), igual que el matrimonio formado por David y Ella Prince, y Adam Frydman. Los cuatro sobrevivieron a la tortura nazi y volvieron al lugar del terror el pasado otoño para desenterrar el tesoro que quedó allí entonces sin conocimiento de los vigilantes del campo. El viaje al campo de concentración -el segundo mayor de Europa después de Auschwitz, con capacidad para 25.000 personas- lo organizó el periodista e investigador israelí Yaron Svoray, de 52 años, conocido en Europa por sus investigaciones del entorno neonazi alemán.

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Svoray inmortalizó con sus cámaras el desenterramiento de los objetos de valor que muchos prisioneros de Majdanek dejaron bajo la tierra. "Había un grupo de arqueólogos de Israel con detectores de metales y algún otro instrumental muy sofisticado. Todo lo que yo tuve que hacer fue dirigirlos al lugar aproximado donde la gente esperaba para ser seleccionada al entrar al campo de concentración, y allí lo encontraron", explicó a Adam Frydman desde Melbourne.

"Cuando llegaban los transportes, podía haber 20 o 30 vagones llenos de gente, hasta 4.000 personas que tenían que esperar para pasar por la selección al entrar al campo. Mientras esperaban en un enorme descampado en el centro del campo, enterraron las últimas cosas de valor que les quedaban, y nadie de los que vigilaban se enteró de lo que ocurría. Lo hacían con la esperanza de que si sobrevivían podían volver a buscar sus objetos de valor, pero muy pocos lo logramos", recuerda Frydman, que sólo tenía 20 años cuando llegó a Majdanek con su padre, su hermano y su hermana, algunas tías y primos. De todos ellos sólo sobrevivieron su hermana y él.

"Recuerdo el lugar donde estuve sentado -añade Frydman-, durante más de dos horas antes de entrar a las duchas". Con sus indicaciones aproximadas y el instrumental necesario para detectar objetos, los arqueólogos eligieron un punto donde iniciar la excavación. "Me dijeron 'excava tú con las manos". Y "enseguida empezaron a salir monedas de oro, anillos, gafas, pulseras, relojes y otros objetos de valor".

Frydman fue el primero que habló a Yaron Svoray del tesoro que, bajo la tierra de Majdanek, esperaba desde hacía 60 años a ser desenterrado. "Yo estaba investigando una historia sobre tesoros ocultos de los nazis en Austria y Alemania, y para ello tuve que viajar a Australia a entrevistar a algunos supervivientes. Fueron ellos los que me contaron esta historia de Majdanek", recuerda Svoray.

"Yo no enterré nada, puede que mi familia lo hiciera, pero no voy a reclamar nada. No es mío. Pertenece a las personas que murieron, pertenece al mundo", dice hoy Adam Frydman.

"Yo creo que hice lo que debía. Ya era hora de contarlo, tengo 82 años, ya hubo suficiente silencio. Era hora de desenterrarlo y mostrarlo a todo el mundo", explica Frydman. Era la cuarta vez que volvía a Majdanek desde la II Guerra Mundial, y, sin embargo, nunca había hablado de ello a nadie. "Majdanek no se me ha quitado de la cabeza en los últimos sesenta años", dice Frydman. "Nuestra generación está desapareciendo, y sólo quedamos unos pocos que podemos contarlo. Lo único que lamento es que no hayamos sido capaces de hablar de ello hasta ahora", dice Tessie Jacob con la voz quebrada. "Espero que con su ayuda podamos contarlo al mundo y a las generaciones más jóvenes, y que esto no vuelva a ocurrir nunca

ruega Jacob.

Perdón por sobrevivir

Tessie Jacob sí enterró algo en Majdanek, pero eso le da igual ahora. Para ella, este viaje tenía otro objetivo: pedir perdón por haber sobrevivido. "Yo perdí a mis padres y a mis tres hermanos en Majdanek cuando tenía 18 años". Para Tessie era la vuelta a Majdanek. "Fui porque pensé que tenía que hacer algo con respecto a mis padres. Ni siquiera tenía una tumba donde llorarlos. Los incineraron, como a todos los otros judíos", lamenta. "Yo era la más joven de todos, y sobreviví. Se lo debía a ellos. Por eso pensé: antes de morir tengo que hacer esto público".

Tessie estuvo unos meses en Majdanek, donde murieron alrededor de 230.000 personas, entre ellos 100.000 judíos. "Luego me deportaron a Birkenau, y de Birkenau a Auschwitz, y de Auschwitz salí con la marcha de la muerte hacia Alemania, y allí fui liberada por los americanos. Después de eso estuve muy enferma en un hospital en Alemania, luego fui a París y de allí a Australia", relata.

Al oír mencionar España, la anciana se entusiasma: "¡Me gusta mucho la música española! Yo he sido muy buena bailarina, una vez gané en un concurso una enorme vasija roja", recuerda entre risas. "¿Ve? Así es la vida: a pesar de todo tenemos que reír".

El director del documental, Yaron Svoray, con Frydman.NOACH FARAN

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