Editorial:

Diálogo mediterráneo

Por coincidencia del calendario, ayer le tocó a la OTAN ser el marco en el que se produjo el primer encuentro entre occidentales y árabes tras el estallido de la crisis de las caricaturas de Mahoma. El mensaje que salió de Taormina (Sicilia), en la primera reunión informal de ministros de Defensa de la Alianza con sus homólogos del Sur del Mediterráneo -Mauritania, Marruecos, Túnez, Egipto, Jordania e Israel- fue el de la necesidad de desescalar la tensión. El hecho mismo de que se celebrara la reunión, dentro del diálogo mediterráneo que la OTAN lanzó a instancias de España hace más de...

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Por coincidencia del calendario, ayer le tocó a la OTAN ser el marco en el que se produjo el primer encuentro entre occidentales y árabes tras el estallido de la crisis de las caricaturas de Mahoma. El mensaje que salió de Taormina (Sicilia), en la primera reunión informal de ministros de Defensa de la Alianza con sus homólogos del Sur del Mediterráneo -Mauritania, Marruecos, Túnez, Egipto, Jordania e Israel- fue el de la necesidad de desescalar la tensión. El hecho mismo de que se celebrara la reunión, dentro del diálogo mediterráneo que la OTAN lanzó a instancias de España hace más de diez años, es un síntoma de que las cosas están cambiando y en este caso para bien.

La OTAN está buscando una nueva centralidad estratégica. Superada su estrechez geográfica con el final de la guerra fría, se ha convertido en una alianza que, como señala su secretario general, Jaap de Hoop, necesita socios globales para sus acciones, desde los Balcanes hasta Afganistán y Pakistán. La presencia de Israel en la reunión abre naturalmente el debate sobre las perspectivas de ingreso de este país en la OTAN, como propusieron hace no mucho la FAES y Aznar. Naturalmente, Israel no quiere que se le cierren las puertas, pero como ha reconocido el propio De Hoop, esta cuestión no está sobre la mesa. Entrar en la OTAN significaría, además, que los aliados se comprometiesen a defender unas fronteras que, legalmente, no serían las que Israel considera suyas.

Pero ayer quedó claro que las demandas sobre la OTAN crecen y que ésta necesita de medios. Se avanzó hacia un acuerdo para repartir equitativamente los gastos de las operaciones, pues de otro modo, como ha pasado con el despliegue español en ayuda de Pakistán tras el terremoto, el país que manda soldados paga doblemente: por sus tropas y por el despliegue.

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ntratista del vuelo del Yak-42 en el que murieron 62 militares españoles en Turquía cuando regresaban de Afganistán, es un paso en la buena dirección, que llega reforzado por la justa condena de compensación de 10 millones de euros a los familiares de las víctimas, impuesta por un juzgado de Zaragoza a las compañías que fletaron el avión: UmAir, Chapman Freeborn y Busin Joint Stock Insurance. Una alianza de alcance global no puede medir la solidaridad sólo en términos de defensa mutua en caso de ataque a uno de sus miembros, sino en un reparto proporcional de las cargas.

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