La aplicación de la nueva ordenanza
Fueron muchos los que se extrañaron cuando apareció un movimiento de protesta contra la nueva ordenanza cívica. El razonamiento parece lógico y cargado de razón: ¿quién se puede oponer al civismo, al respeto entre las personas o a la convivencia? Entonces, debe de haber otra razón lógica.
No se está en contra del civismo, evidentemente, ni tan sólo contra la ordenanza, al menos no globalmente, sino contra la implicación que, conociendo a este Ayuntamiento, se intuía o se preveía que se haría. Porque las protestas no venían sólo de grupos alternativos y antisistema, sino también de entid...
Fueron muchos los que se extrañaron cuando apareció un movimiento de protesta contra la nueva ordenanza cívica. El razonamiento parece lógico y cargado de razón: ¿quién se puede oponer al civismo, al respeto entre las personas o a la convivencia? Entonces, debe de haber otra razón lógica.
No se está en contra del civismo, evidentemente, ni tan sólo contra la ordenanza, al menos no globalmente, sino contra la implicación que, conociendo a este Ayuntamiento, se intuía o se preveía que se haría. Porque las protestas no venían sólo de grupos alternativos y antisistema, sino también de entidades tan poco sospechosas de impulsar el incivismo como Manos Unidas, SOS Racismo, la Universidad de Barcelona y la misma Síndica de la ciudad. Y ya vemos cómo se ha comenzado a aplicar: persiguiendo la población marginada, la más desfavorecida, los sin techo, en lugar de hacerlo con los ociosos (turistas o locales) y las bandas urbanas que se hacen amos de la calle y de la noche, sin respetar la ciudad ni a los vecinos.
Es contra esta forma de interpretar las ordenanzas por lo que protestábamos y continuamos protestando.