Editorial:

Tiempo al tiempo

Una norma restrictiva como la Ley Antitabaco no puede cambiar de la noche a la mañana la arraigada cultura tabaquista existente en España cuando apenas ha transcurrido un mes desde que entró en vigor. Por eso es exagerada la versión catastrofista de quienes estiman que no está teniendo éxito debido a la falta de respuesta positiva en los bares y restaurantes de menos de 100 metros cuadrados. Olvidan que en los centros de trabajo está funcionando bastante bien. Era lógico que, amparados por la permisividad de la propia legislación, los propietarios de los pequeños establecimientos públicos deci...

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Una norma restrictiva como la Ley Antitabaco no puede cambiar de la noche a la mañana la arraigada cultura tabaquista existente en España cuando apenas ha transcurrido un mes desde que entró en vigor. Por eso es exagerada la versión catastrofista de quienes estiman que no está teniendo éxito debido a la falta de respuesta positiva en los bares y restaurantes de menos de 100 metros cuadrados. Olvidan que en los centros de trabajo está funcionando bastante bien. Era lógico que, amparados por la permisividad de la propia legislación, los propietarios de los pequeños establecimientos públicos decidieran permitir fumar para no perder clientela. El resultado, sin embargo, es que los ha convertido en lugares aún más cargados de humo, en perjuicio de quienes no son fumadores. La ministra de Sanidad ha insinuado que el Gobierno podría ir un paso más allá el próximo año para persuadir con incentivos a los dueños de esos lugares a restringir el tabaco como sucede en Irlanda.

Esta ley sólo triunfará si hay una voluntad ciudadana de cumplirla y si se va imponiendo de forma flexible. Ello no significa que no deba haber una reglamentación precisa para ejecutar una sanción en casos de incumplimiento reiterado. Algunas comunidades, como el País Vasco o Madrid, argumentan que faltan los desarrollos autonómicos de la legislación en cuestión para poder empezar a sancionar. El Gobierno sostiene que es como cualquier otra ley sanitaria, es decir, de ejecución inmediata por las comunidades.

La aplicación ha provocado un peligroso frente de guerra abierto por las grandes compañías multinacionales de tabaco y que parece haber pillado por sorpresa al Gobierno. Las tabaqueras se han lanzado a una rebaja de precios para así romper la competencia practicada desde el año pasado por las nuevas marcas baratas. Los más perjudicados están siendo los 16.000 estanqueros distribuidos en toda España, que ven menguados sus ingresos. Las medidas impositivas decretadas por el Ministerio de Hacienda el mes pasado han servido de poco. El ministro Solbes ha descartado por ahora más alzas fiscales sobre el tabaco o acciones que permitan una subida de costes y fijar el precio mínimo de la cajetilla por encima de los dos euros. Si la situación no se invierte, dificultará el logro del principal objetivo de la ley: reducir el consumo de cigarrillos entre el segmento que más lo hace, los jóvenes.

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