Crítica:

Biología de los sentimientos

Antonio Damasio, último premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, dedica su labor científica a la investigación de cuestiones "afectivas", que hasta hace poco se hallaban más allá del campo de la (neuro)ciencia; en manos de una filosofía que tampoco les hacía demasiado caso, olvidando grandes tradiciones suyas, como la del gran Spinoza sobre todo. Hoy, agotadas las metafísicas de todo tipo, parece que no queda más solución de sentido que buscarlo en o desde lo biológico. En o desde una biología profunda, humanizada, naturalizada, divinizada

Lo plantea muy bien e...

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Antonio Damasio, último premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, dedica su labor científica a la investigación de cuestiones "afectivas", que hasta hace poco se hallaban más allá del campo de la (neuro)ciencia; en manos de una filosofía que tampoco les hacía demasiado caso, olvidando grandes tradiciones suyas, como la del gran Spinoza sobre todo. Hoy, agotadas las metafísicas de todo tipo, parece que no queda más solución de sentido que buscarlo en o desde lo biológico. En o desde una biología profunda, humanizada, naturalizada, divinizada

Lo plantea muy bien el profesor Damasio cuando recuerda que Spinoza "sugería que las normas que gobiernan nuestra conducta social y personal debían estar modeladas por un conocimiento más profundo de la humanidad, un conocimiento que conectara con el Dios o la naturaleza que hay dentro de nosotros". ¿Dentro? La mente humana no es más que la idea del cuerpo y tanto una como otro son atributos o manifestaciones de una misma substancia: en definitiva, de ese complejo, Deus sive natura, que aparece, inconsútil y oscuro, en nuestra condición biológica inalienable, arraigado sobre todo en lo que Spinoza denominaba "afectos".

EN BUSCA DE SPINOZA. NEUROBIOLOGÍA DE LA EMOCIÓN Y LOS SENTIMIENTOS

Antonio R. Damasio

Crítica. Barcelona, 2005

336 páginas. 23,95 euros

Cuando aborda las cuestiones de mente y cuerpo en general, Spinoza es el filósofo consumado que pergeña el universo entero desde esa ecuación primordial. Pero cuando entra en cuestiones de relación local y específica entre ellos, en la segunda parte de su Ética, parece intuir una solución que entonces no podía especificar. Más de trescientos años después, el profesor Damasio puede hacerlo con la neurobiología de la emoción (corporal) y del sentimiento (mental) que aparece en este libro. Ya en El error de Descartes (Crítica, 1996) y en La sensación de lo que ocurre (Debate, 2001) analizaba el papel de la emoción y el sentimiento en la toma de decisiones y en la construcción del yo, respectivamente. Ahora se centra en qué son las emociones y los sentimientos mismos. Una pregunta filosófica, que ya no puede responder la filosofía.

La calidad científica de base

de este libro no es óbice para que sea claro, y hasta ameno, para el gran público interesado: une diagramas cerebrales con detalles autobiográficos o con espléndidas descripciones no sólo de la filosofía, sino de la vida y del tiempo de Spinoza. Es un intento de comprender y describir la compleja cadena de acontecimientos que comienza con la emoción (parte del proceso que se hace pública, representada en el teatro del cuerpo) y acaba en el sentimiento (parte que permanece privada, representada en el teatro de la mente). "Estos modos externos del lamento" no son más que las "sombras del dolor que no vemos", cita muy oportuno Damasio el Ricardo II de Shakespeare. En esa cadena o proceso aparece claro cómo las emociones corporales o los fenómenos asociados a ellas son el fundamento de los sentimientos o sensaciones (feelings): los acontecimientos mentales que forman la base sólida de nuestra mente. Y, con ello, aquella unidad de cuerpo y alma de que hablábamos.

Una emoción (felicidad, tris-

teza, por ejemplo) es un conjunto complejo de respuestas químicas y neuronales, que forman un patrón distintivo. El resultado inmediato de esas respuestas es un cambio temporal en el estado del propio cuerpo y en el estado de las estructuras cerebrales que cartografían el cuerpo, por una parte, y sostienen el pensamiento, por otra. Los sentimientos (sentirse bien, sentir tristeza, alegría o cualquier otra emoción) surgen cuando la acumulación absoluta de detalles cartografiados en esos mapas corporales del cerebro alcanza una fase determinada o, dicho de otro modo, cuando la actividad de alguna parte del sistema nervioso alcanza un nivel crítico (de modo que se note o perciba el proceso).

El sentimiento, la base más sólida de nuestra mente, es, pues, la idea de que el cuerpo se encuentra de una determinada manera implicado en un determinado proceso reactivo. En esa conclusión, deducida a partir de planteamientos y análisis neurobiológicos, resuenan aquellas palabras históricas de Spinoza: "La mente humana es la idea o conocimiento mismo del cuerpo humano

... El objeto de nuestra mente es el cuerpo tal como existe, y nada más", el guía y maestro admirado de este libro y de su autor, ejemplos preclaros de entendimiento filosófico-científico, dignificado por ambos polos.

Retrato del filósofo Baruch Spinoza (1632-1677), en un grabado.

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