Reportaje:PASEOS

Una vieja alquería

Pueblos barrocos en la campiña cordobesa y la simplicidad de la arquitectura popular en las cortijadas

En estos días hay como un color de cobre en veredas y caminos, en tierras holladas por las primeras lluvias. Han caído las hojas de los nogales y los membrillos soltaron la pelusa sin impudicia alguna y se ofrecen con el color oro de un atardecer en la vaguada de una de las alquerías árabes que mejor se conservan, la de Zagrilla, que data del siglo X y que se encuentra en pleno corazón de la Subbética cordobesa, comarca ésta donde el barroco andaluz en iglesias y campanarios, en capillas y retablos es patrimonio de la historia. Lucena, Priego, Carcabuey, Cabra, Luque, Zuheros, Almedinilla. Una...

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En estos días hay como un color de cobre en veredas y caminos, en tierras holladas por las primeras lluvias. Han caído las hojas de los nogales y los membrillos soltaron la pelusa sin impudicia alguna y se ofrecen con el color oro de un atardecer en la vaguada de una de las alquerías árabes que mejor se conservan, la de Zagrilla, que data del siglo X y que se encuentra en pleno corazón de la Subbética cordobesa, comarca ésta donde el barroco andaluz en iglesias y campanarios, en capillas y retablos es patrimonio de la historia. Lucena, Priego, Carcabuey, Cabra, Luque, Zuheros, Almedinilla. Una geografía con arte, olivares, sabores, aromas y el fuerte olor de los primeros aceites que se desparrama por las suaves lomas en este parque natural que tiene más de 50.000 hectáreas de olivar.

Hay quien escoge Almedinilla como arranque de un camino que llevará al viajero a descubrir la Subbética cordobesa; y bien que merece la pena, siquiera sea por extasiarse en la villa romana del dios del sueño donde la escultura de Hypnos, un bronce de estética helenista, a tamaño natural y que data del siglo IV antes de Cristo es como la joya de la corona de este cortijo andaluz que ya existía hace más de 2.000 años. En la villa romana hay fuentes, mosaicos, 80 metros cuadrados de pinturas murales y bellas esculturas. Un viejo molino nos habla del otro dios, dueño y señor del horizonte, el olivo.

Busqué descanso en Zagrilla, con el corazón gozoso tras haber seguido la huella de la cultura hispano-musulmana y del barroco andaluz y calmé la sed en un venero de agua que nace de una roca en la Fuente y se abre calmo y sin ruido por una pequeña alberca, a los pies de una morera centenaria y dos álamos blancos donde cada noche cientos de gorriones se divierten contándose sus correrías hasta quedar rendidos de sueño y fatiga. Es el momento en los que unos escribanos trazan pentagramas en las aguas tranquilas que, muy lentamente, fluyen hasta un lavadero de piedras rugosas y gastadas, que saben de historias de amoríos; de celos y de odios, mientras las mujeres lavaban las prendas con aquel jabón hecho con sosa caústica y restos de aceite.

Y con el tiempo detenido en el atardecer, recordar la historia de esta vieja alquería que, como otras muchas en Andalucía, sirvieron de refugio para quienes huían de las mesnadas cristianas dispuestas a desterrar, a fuego y sangre, cualquier recuerdo del islam y del mundo árabe. Y mientras se divaga sobre aquellos años de profunda huella en nuestra historia y en nuestras costumbres, bueno es alimentar el cuerpo con un pellizco de hogaza de pan casi candeal regado con el Señorío de Vizcántar, aceite que lleva en su aroma suaves toques de tomillo, de jara, de romero y hasta de moras silvestres, reponiendo fuerzas con gallifrito, croquetas o albóndigas acompañadas de collejas, planta silvestre que nace en balates y linderos, para terminar con leche frita, queso fresco de cabra y dulce de membrillo.

Ya duermen los gorriones y los escribanos dejaron de escribir sobre el agua de la silenciosa alberca y hay que recogerse en la villa turística de Priego, que está a medio kilómetro, por un camino donde se saludan los cipreses que acompañan a los muertos en el pequeño cementerio. Hay un rumor de agua permanente en la villa, construida con fundamento y sabiduría, con las casas en bancadas, como un pequeño pueblo andaluz, higueras que ya dieron su fruto y granados en sazón, con las granadas abiertas con granos de sangre.

Y como el ciudadano de ciudad no está acostumbrado a dormir con la soledad del silencio de las estrellas y de la noche lunar, viene en su socorro, para adormecer el cuerpo, que no los sentimientos, el sonido cercano de unos cencerros colgados de unas ovejas que rumian sin descanso. Hay también grillos, no se sabe si cerca o lejos, y algunos ladridos de perros porque ésta es tierra, o al menos era, de caza.

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Hay que acercarse a Priego de Córdoba y callejear por el centro, buscando momentos de paz en el Castillo -otra vez la historia- donde un palomo en celo puso en fila a unas cuantas palomas mientras la guía explicaba que entre aquellas almenas habían vivido, sufrido, guerreado y amado generaciones pasadas. Dirigir, luego, los pasos hasta la recoleta plaza de Santa Ana con la capilla del Sagrario, una de las muestras del barroco español mejor conservado y pasear por La Villa, el barrio heredero de los musulmanes hasta llegar al balcón del Adarve para tomar respiro y dejar vagar la imaginación por el inmenso valle labrado por el río y donde pequeñas huertas y campos abiertos de olivo se pierden en el horizonte. En Priego de Córdoba nació Niceto Alcalá-Zamora y en su casa natal, convertida en museo, se puede encontrar hasta la cuna que meció al presidente de la II República. Y allí al lado, la espectacular y neoclásica fuente del Rey con 139 caños que guarda con mimo el dios Netptuno.

En Zuheros hay que hacer parada y fonda. Subir hasta su castillo y no hacer nada; sólo mirar. Al fondo, un mar de olivos. Detrás, el pueblo blanco de calles que se enredan en la montaña y a un lado el imponente farallón, camino de la cueva de los Murciélagos.

Zagrilla es un recuerdo vivo y aquí, en la antigua Zuhayra árabe, hay que respirar, ensanchar los pulmones y amar la recia personalidad de la campiña cordobesa, con el toque del barroco y el mar de olivos como compañeros inseparables.

- Para no perderse. Villa Romana El Ruedo, Almedinilla (957 70 33 17). Fechada entre el siglo I y VI. Restos romanos con majestuosas esculturas. Declarada Bien de Interés Cultural.

- En Priego ( 957 70 06 25). Capilla del Sagrario en la iglesia de la Asunción. Un hito del barroco. Y la fuente del Rey con sus 139 caños.

- En Zuheros (957 694 69). Museo, Cueva de los Murciélagos y el castillo.

- Para reponer fuerzas. En Zagrilla, La Fuente (957 70 37 34). En Zuheros, Los Palancos (957 694 586).

- Para dormir. Villa Turística de Priego (957 70 35 03). Hotel Zuhayra, en Zuheros ( 957 69 46 93). En Priego, Hostal Rafi (957 54 70 27).

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