Cartas al director

Todos iguales

Nadie puede negar ya que la asignatura pendiente de la "transición" sea la que se presenta con el título de "memoria histórica", aunque se aborde desde ángulos no siempre coincidentes. Estos últimos días, en EL PAÍS se han expuesto diversas interpretaciones en artículos y cartas al director: ¿Una segunda transición?, Memoria y "reciprocidad", Uso y abuso de la historia: la Guerra Civil, etcétera.

Pues bien, aunque la imposibilidad de obtener justicia aún hoy no venga sólo de la amnesia y el rechazo de inventario, es saludable recordar a la sociedad los oscuros mecanismos que llev...

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Nadie puede negar ya que la asignatura pendiente de la "transición" sea la que se presenta con el título de "memoria histórica", aunque se aborde desde ángulos no siempre coincidentes. Estos últimos días, en EL PAÍS se han expuesto diversas interpretaciones en artículos y cartas al director: ¿Una segunda transición?, Memoria y "reciprocidad", Uso y abuso de la historia: la Guerra Civil, etcétera.

Pues bien, aunque la imposibilidad de obtener justicia aún hoy no venga sólo de la amnesia y el rechazo de inventario, es saludable recordar a la sociedad los oscuros mecanismos que llevaron, llevan y pueden llevar a los seres humanos a desear la aniquilación del otro y a sofisticar los medios para llevarla a cabo. Pero esto no quiere decir que sea suficiente con recordarlo y acusar a los responsables para que en la sociedad se despierte la exigencia de justicia. Y más en estos momentos en que hay tantos intereses opuestos a la reconsideración del pasado y a dejar correr el tiempo...

Además, no es posible esperar que estos intereses reconsideren su actitud simplemente porque se les denuncie y acuse. Está probado que no se obtiene nada con la sola acusación, salvo incitarlos a la búsqueda de cabezas de turco, de chivos expiatorios...

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Lo que hay que recordar a la sociedad es que si la "transición" se hizo para acabar con casi cuarenta años de negación y aniquilación del otro, sin que eso pusiese en peligro su futuro, ahora puede ya reconocer en su seno la existencia del otro, reconociéndole todos sus derechos jurídicos y constitucionales, sin que tampoco peligre su futuro.

Y el "otro" son todos los españoles a los que la Constitución de la democracia les reconoce esos derechos, pero que la justicia de esta misma democracia sigue considerando "bandoleros", "terroristas", etcétera.

Para que todos los españoles puedan ser hoy iguales la justicia de la democracia debe anular esta acusación que el régimen franquista utilizó para perpetuar institucionalmente la existencia de las dos Españas. Reconocer al otro todos sus derechos es reconocer los derechos de todos. Y esto es lo que deben hacer los que tienen en sus manos el presente y futuro del pueblo español: el Gobierno y el Parlamento.

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