Editorial:

La economía del terror

El sistema tradicional para mover el dinero en algunos países islámicos, conocido como hawala, ha crecido espectacularmente a la sombra de la globalización financiera y del movimiento de personas en los noventa. Es un sistema ilegal, más barato que el envío a través de bancos, y deja pocos rastros debido a que se basa en contactos personales. De él se ha aprovechado el terrorismo transnacional de Al Qaeda, colando sus propias transacciones en el flujo de las remesas de inmigrantes. La ruta española, según una investigación de EL PAÍS, se nutre de dos centenares de agentes paquistaníes q...

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El sistema tradicional para mover el dinero en algunos países islámicos, conocido como hawala, ha crecido espectacularmente a la sombra de la globalización financiera y del movimiento de personas en los noventa. Es un sistema ilegal, más barato que el envío a través de bancos, y deja pocos rastros debido a que se basa en contactos personales. De él se ha aprovechado el terrorismo transnacional de Al Qaeda, colando sus propias transacciones en el flujo de las remesas de inmigrantes. La ruta española, según una investigación de EL PAÍS, se nutre de dos centenares de agentes paquistaníes que operan desde locutorios y carnicerías en distintos lugares de España, que mueven unos 300 millones de euros al año de los ahorros de 100.000 inmigrantes musulmanes.

Algunos de estos agentes en España han estado implicados en la financiación de atentados, desde el 11-S al asesinato en Pakistán del periodista americano Daniel Pearl, o el atentado con un camión bomba contra la sinagoga de Yerba (Túnez). De la transnacionalización de estas redes terroristas no cabe ya la menor duda, y del uso y abuso del hawala, tampoco. Pero las autoridades siguen sabiendo muy poco sobre el origen de esos fondos que nutren las redes yihadistas. No tienen por qué ser enormes cantidades: el 11-M resultó barato para sus autores, y el atentado de Yerba salió por los 6.000 euros que costó el camión. No obstante, los expertos calculan que la llamada Nueva Economía del Terror representa ya un 5% del producto bruto mundial.

No cabe confundir hawala y terrorismo, pero acabar con este sistema, que según Naciones Unidas mueve más de 200.000 millones de dólares al año, es esencial para cortar la respiración financiera al terror islamista transnacional. Las autoridades monetarias y policiales españolas reconocen que es difícil, pues se corre el riesgo de aumentar su clandestinidad. Es necesario avanzar en una bancarización segura y de coste reducido de las transacciones de los inmigrantes. También se requiere una mayor cooperación internacional. La propuesta de crear un centro internacional contra la financiación del terrorismo, bajo la supervisión del Consejo de Seguridad, apenas ha avanzado; y lo mismo ocurre respecto a una mayor coordinación judicial.

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