Editorial:

Bronca o inteligencia

Si los responsables políticos "no actuamos con inteligencia se puede crear tensión", dijo Mariano Rajoy el pasado lunes en la televisión catalana a propósito de la propuesta de nuevo Estatuto. Y se comprometió a "hacer lo imposible" por evitarlo. Las tensiones ya se están manifestando, a veces en forma de broncas como las producidas en el Ayuntamiento de Getafe o en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, pero no se ve por parte alguna que Rajoy trate de contenerlas y de canalizarlas. Y episodios como el acoso a Carrillo en la Autónoma de Madrid, precisamente en un acto de reconocimiento de la ...

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Si los responsables políticos "no actuamos con inteligencia se puede crear tensión", dijo Mariano Rajoy el pasado lunes en la televisión catalana a propósito de la propuesta de nuevo Estatuto. Y se comprometió a "hacer lo imposible" por evitarlo. Las tensiones ya se están manifestando, a veces en forma de broncas como las producidas en el Ayuntamiento de Getafe o en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, pero no se ve por parte alguna que Rajoy trate de contenerlas y de canalizarlas. Y episodios como el acoso a Carrillo en la Autónoma de Madrid, precisamente en un acto de reconocimiento de la voluntad de reconciliación, indica que los extremistas han percibido que el momento les es favorable.

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Las proposiciones que el PP está presentando en ayuntamientos y otras instituciones, con formulaciones y justificaciones expresamente dirigidas a evitar que las vote el PSOE -ZP vende a España, aniquila el abrazo de los españoles en la Constitución, etcétera-, no parece que puedan favorecer un debate racional. Ni siquiera evitar que ocurra lo que auguran que ocurrirá si el Estatuto catalán es aprobado. Pero es cierto que responden a la insólita actitud del anterior presidente del Gobierno, José María Aznar, que se ha convertido en un irresponsable sembrador de miedo y de odio allende de nuestras fronteras, al anunciar un día que estamos al borde del abismo, y otro día a punto de la "autodisolución de España" o de su división irreversible. A Rajoy no le parece mal y cree que la figura de Aznar se engrandece cada día que pasa y ya se "multiplica casi por infinito".

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Pero Rajoy, como cualquier otro político responsable, tiene la obligación de desmarcarse de quienes le animan a plantear el debate como un enfrentamiento de Cataluña contra España. La descalificación despreciativa del Parlamento catalán, el lanzamiento de boicoteos a los productos catalanes animados desde medios afines al PP, o el aplauso a las irresponsabilidades de Aznar no son esas formas inteligentes que conduzcan a evitar las tensiones. El PP se equivocó al querer evitar la toma en consideración del Plan Ibarretxe, y se equivocaría ahora si plantea el debate en términos de todo o nada, negándose a entrar en la discusión del articulado.

Si el PP quiere evitar el arrinconamiento en la extrema derecha al que le está conduciendo su líder efectivo, debe implicarse en el debate parlamentario y dejar las descalificaciones tremendistas de las últimas sesiones de control, sólo buenas para la propia hinchada. La resolución del Parlamento catalán de abrir paso a una negociación del texto, frente a CiU, que proponía su defensa sin enmienda alguna, ofrece margen para que el PP, tras la votación de su ya seguro rechazo a la totalidad en el Pleno del 2 de noviembre, participe en la negociación del articulado. Servirá para evitar los males que Rajoy dice querer evitar.

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